sábado, 29 de septiembre de 2012

EL MITO SOBRE NUESTRO ORIGEN


EVOLUCIÓN
John J. Shea es profesor de antropología en la Universidad
de Stony Brook e investigador en el Instituto del lago Turkana
en Kenia. Tallad()( de sílex profesional. su trabajo aparece
en numerosos documentales y se exhibe en la Institución
Smithsoniana y el Museo Americano de Historia Natural.

Homo sapiens no evolucionó en dos etapas, primero para adquirir la apariencia física actual y luego el comportamiento moderno, sino en una sola

John J. Sltea

Durante décadas, los arqueólogos han sostenido que el comportamiento moderno surgió en Homo sapíens decenas de miles de años después de que la especie evolucionase hasta adoptar su apariencia física actual. Los arqueólogos disentían sobre si el proceso fue gradual o repentino, pero suponían que el comportamiento de los primeros homo sapiens difería en gran medida del nuestro. Habrían carecido de arte, símbolos y rituales, y no se habrían dedicado de manera sistemática a la pesca, el marisqueo u otras actividades. Tampoco habrían desarrollado técnicas complejas como las trampas, las redes, los proyectiles o la navegación.

Se pensaba que los primeros humanos anatomicamente modernos, a menudo denominados Homo sapiens arcaicos, vivieron en grupos pequeños y vulnerables, formados por individuos con fuertes vínculos de parentesco. Dotados de herramientas simples, habrían dependido de la caza de animales de gran tamaño y habrían sufrido los cambios ambientales con mayor severidad que los humanos modernos. En palabras de Thomas Hobbes, sus vidas eran «solitarias, horribles, crueles y cortas>>. Si necesita formarse una imagen de ellos, cierre los ojos y piense en el estereotipo del hombre de las cavernas. Sin embargo, las pruebas arqueológicas actuales apuntan a que algunas características que asociamos a los humanos modernos en concreto, nuestra capacidad para mostrar un gran abanico de conductas, ya se daban en algunos grupos que vivieron en Africa hace largo tiempo. Cada vez es mejor acogida la idea de que el comportamiento «moderno>> no apareció en un pasado reciente ni de manera drástica.

En 1981. Misia Landau propuso en el artículo « Human evolution as narrative>> («La evolución humana como narrativa») publicado en American Scíentíst, que los relatos de tradición precientífica habrían influido durante largo tiempo en los investigadores. La idea de que Homo sapíens se transformó de un estado arcaico a otro moderno se debería, en parte, a dicha tradición. Pero, aunque esta permite construir una crónica satisfactoria, no proporciona un esquema realista para entender el complejo curso de la evolución humana. De hecho, la mayoría.de los cambios evolutivos consisten en transformaciones menores cuyas consecuencias aumentan de manera gradual a lo largo de miles de generaciones.

Para comprender mejor nuestra prehistoria, encuentro más apropiado un enfoque centrado en la variabilidad del comportamiento. Esta característica, que podemos reconocer con facilidad en los humanos actuales, está empezando a manifestarse en el registro arqueológico de los primeros Homo Sapiens. Los pobladores prehistóricos vivieron de formas diferentes en lugares y cronologías distintas. Debemos buscar y explicar tales desemejanzas, pues, en un marco evolutivo, solo las diferencias importan. Una manera interesante de dar cuenta de ellas consiste en interpretar la variabilidad del comportamiento durante la prehistoria como diferentes estrategias de adaptación. Pero, para ello, hemos de comenzar por rechazar un concepto incorrecto y anacrónico en lo que se refiere a la evolución humana: la creencia de que resulta posible distinguir entre Homo sapiens «arcaicos>> y «modernos>>.

EL NACIMIENTO DE UNA IDEA


La distinción entre humanos arcaicos y modernos se implantó a medida que la investigación arqueológica se extendía desde Europa hacia otros países. El estudio de la prehistoria nace en el Viejo Continente durante el s iglo XIX en sociedades científicas, museos y universidades. Durante la década de 1920,1os descubrimientos en numerosos yacimientos arqueológicos europeos generaron una opinión consensuada sobre el Paleolítico. hoy datado entre los 2,6 millones de años y los 12.000 años de antigüedad. Dicho período se dividió en tres fases, Paleolítico Inferior, Medio y Superior, las cuales se asociaron a la presencia de ciertos conjuntos líticos o «industrias>>, como los bifaces del Achelense ( Paleolítico Inferior), los raspadores sobre lascas de Levallois del Mustericnse (Medio), o las láminas y puntas esculpidas en asta del Auriñaciense (Superior). Que los instrumentos más recientes fuesen de menor tamaño, más ligeros y elaborados indicaba una complejidad técnica y cultural crecientes. En Europa, las industrias del Paleolítico Superior solo se hallaban asociadas a fósiles de Homo sapíens. mientras que las del Inferior y Medios se relacionaban con otros homínidos (Homo heidelbergensís y Homo neardertlalensis). Ello sustentó la idea de que se dieron grandes diferencias evolutivas entre un Homo sapiens moderno y otros homínidos más arcaicos.

En los yacimientos más antiguos del Paleolítico Superior europeo se han hallado indicios de producción de láminas, instrumento óseos, proyectiles, hogares complejos, adornos corporales, arte, intercambios de larga distancia, rituales funerarios, arquitectura y conservación de alimentos, así como pruebas de caza mayor especializada, caza menor sistemática y explotación de recursos acuáticos. La variabilidad de tales conductas se muestra mucho mayor durante el Paleolítico Superior que en periodos anteriores: al igual que los antropólogos documentan la variabilidad cultural entre los humanos actuales. los arqueólogos también pueden determinar si una punta de hueso o una cuenta de collar procede de un yacimiento en España. Francia o Alemania. No sorprende que la mayoría acepte que la arqueología del Paleolítico Superior es «nuestra propia arqueología».

Los instrumentos líticos del Paleolítico Inferior y Medio hallados en Europa y otras partes del mundo muestran solo un pequeño abanico de formas simples. En la actualidad. talladores con la preparación y motivación apropiadas fabrican esos útiles en minutos o incluso segundos. Las diferencias observadas entre los artefactos del Paleolítico Inferior y medio solo obedecen al tipo de roca empleado y al grado de afilado de los útiles. Las distinciones cronológicas y geográficas en tales épocas solo se reflejan en la proporción relativa con la que se han hallado dichos instrumentos sencillos. En gran parte de Europa, África y Asia se ha observado casi la misma variedad entre los instrumentos de piedra procedentes del Paleolítico Inferior y Medio.

En Europa, las diferencias entre los registros del Paleolítico Superior y los del Inferior y Medio resultan tan acusadas que, desde el decenio de 1970, la transición ha llegado a denominarse «revolución del Paleolítico Superior». Este fenómeno regional se convirtió en global a finales de los ochenta, a raíz de un congreso en la Universidad de Cambridge titulado «La revolución humana». Dicha revolución fue descrita como un hito que distinguió a los humanos modernos de sus predecesores y otros homínidos, como Homo neandertlalensis. Se desató un gran debate sobre las causas de dicha transformación. Expertos como Bichard Klein atribuyeron los cambios al polimorfismo del gen FOXP2, también llamado gen del lenguaje. Sin embargo, el polimorfismo de FOXP2 se ha identificado también en el AON de los neandentales. Numerosos investigadores, como Christopher Henshilwood, de la Universidad de Witwatersrand, Curtís Marean, de la Universidad estatal de Arizona. Paul Mellars, de la Universidad de Cambridge. April Nowell, de la Universidad de Victoria, y Phil Chase, de la Universidad de Pensilvania, defienden todavía que las capacidades simbólicas desempeñan un papel fundamental en el comportamiento moderno (véase «Cuando el mar salvó a la humanidad», por Curtís Marean; INVESTIGACION Y CIENCIA, octubre de 2010). Sin embargo. como han argumentado Joáo Zilhao, de la Universidad de Bristol, y Francisco d'Errico, de la Universidad de Burdeos, el hallazgo de pigmentos minerales, cuentas perforadas, enterramientos y toda una variedad de artefactos en yacimientos asociados a neanderlales desafía dicha hipótesis.

LA REVOLUCIÓN AUSENTE


Hace décadas que existen pruebas fósiles que contradicen la hipótesis de la revolución del Paleolítico Superior. Durante las décadas de 1920 y 1930, al tiempo que se conformaba el marco general que describiría el Paleolítico, algunos arqueólogos de la escuela europea comenzaron a buscar fósiles humanos y utensilios líticos en Oriente Próximo. Africa y Asia. Fuera de sus paises de origen, arqueólogos coloniales como Dorothy Garrod y Louis Leakey esperaban que el registro europeo sirviera de modelo para la evolución humana, por lo que organizaron sus hallazgos según ese patrón. Muy pronto. observaron discrepancias entre la realidad y sus expectativas, ya que fuera de Europa se descubrieron fósiles de Homo sapiens asociados a industrias del Paleolítico Inferior y Medio. Los arqueólogos supusieron que los restos databan de períodos inmediatamente anteriores a la revolución del Paleolítico Superior. Pero, en realidad, tales hallazgos y otros posteriores ponen en duda la misma existencia de dicha revolución.

En Europa, el fósil de Homo sapiens más antiguo data de hace tan solo 35.000 años. Pero los estudios sobre la diversidad genética de los humanos actuales indican que nuestra especie surgió en Africa hace unos 200.000 años. En el valle inferior del río Omo y en tramo medio del Awash, en Etiopía, se han hallado restos de Homo sapiens con una antigüedad de entre 165.000 y 195.000 años. Existen pruebas claras de que los humanos salieron de Africa hacia Asia hace más de 40.000 años. En las cuevas de Skhul y Qatfzeh, en Israel, se han hallado fósiles que comparten características con los humanos modernos y que poseen una antigüedad de entre 80.000 y 120.000 años. También en la cueva de Zhiren, en China. se han encontrado restos de Homo sapiens de hace 100.000 años. Existen pruebas de la presencia humana en Australia hace al menos 42.000 años. Y nada parecido a una revolución ha precedido a la aparición de Homo sapiens en ninguna de estas regiones del planeta. Además. todos estos fósiles de Homo sapiens se han hallado junto a industrias del Paleolítico Inferior o Medio.


Se dan algunas diferencias entre los esqueletos de estos primeros Homo sapiens y los fósiles europeos del Paleolítico Superior.Las mejor documentadas se refieren a la forma del cráneo.Pero. como afirma Daniel Lieberman. de la Universidad de Harvard, en su reciente obra The evolulion of human head ( « la evolución del cráneo humano»), no estamos más que empezando a entender la base genética y conductual responsable de las variaciones morfológicas del craneo. Y, dado que no comprendemos bien el origen de dichas variaciones. carece de todo sentido establecer grandes diferencias evolutivas entre humanos a partir de la morfología craneal. La mayoría de los restos combinan rasgos «primitivos» (o ancestrales) con otros «derivados» (de evolución más reciente). Por más que los antropólogos físicos dividan a los humanos prehistóricos en un grupo arcaico y otro moderno, es ilegítimo alegar dichas diferencias para explicar nada si desconocemos la manera en que esas características se relacionaban con el comportamiento.

Los primeros fósiles de Homo sapiens en Africa y Asia se encuentran asociados a indicios muy precoces de comportamientos modernos similares a los registrados en el Paleolítico Superior europeo. Entre ellos se cuentan la pesca sistemática,la explotación de recursos marinos, la producción de proyectiles complejos, el uso de símbolos -como pigmentos minerales y conchas perforadas- e incluso enterramientos con ajuar funerario.Pero, como las investigadoras de la Universidad Hebrea de Jerusalén Erella Hovers y Anna Belfer-Cohen afirman en su libro <<Transiciones antes de la Transición» , la conducta modera durante el Paleolitico Medio se antoja intermitente. Hay indicios de tales comportamientos en algunos yacimientos o durante algunos miles de años, pero después desaparecen. Y, si se tratase de un rasgo derivado y fundamental en el curso de la evolución humana, no cabria esperar que desapareciese durante períodos prolongados.

En mi opinión, lo más sorprendente del debate sobre el momento en que Homo sapien se volvió humano reside en que tan siquiera se ha verificado la hipótesis de trabajo: a saber. si existían diferencias de comportamiento  entre los primeros representantes de nuestra especie y otros posteriores. Dado que la modernidad es una categoría tipológica, comprobar dicha hipótesis no se antoja tarea sencilla. No todos los grupos clasificados como modernos han dejado pruebas inequívocas de esa clase de comportamiento en todo contexto y época. Por ejemplo, la talla ocasional de cantos de río por parte de los humanos actuales produce a menudo instrumentos que resultan indistinguibles de los elaborados por Homo habilis o Homo erectus. Tales similitudes demuestran una misma técnica de talla y materia prima, pero no que, desde un punto de vista evolutivo, se trate del mismo tallador. Así, el registro arqueológico puede hallarse repleto de falsos negativos de comportamiento moderno durante la prehistoria.

El asunto atrajo mi interés en 2002. mientras excavaba en los yacimientos de 195.000 años de antigüedad de la formación Kibish del valle inferior del río Omo, en Etiopía. Soy arqueólogo, pero también tallador, y en las industrias líticas de Omo Kibish no descubrí ningún rasgo arcaico o primitivo. Cuando imparto clases de talla en la universidad, observo los progresos de los alumnos a medida que aumentan su destreza y motivación. Los instrumentos de Omo Kibish indicaban que sus fabricantes sabían tallar con versatilidad y eficacia diferentes tipos de roca.Fue eso lo que me condujo a replantearme si nos habíamos estado haciendo las preguntas correctas sobre el comportamiento de los primeros Homo sapiens.

UNA PROPUESTA MEJOR

A la hora de estudiar las diferencias entre pueblos prehistóricos, una propuesta más sólida que buscar pruebas de la transición al comportamiento moderno consiste en documentar y analizar la variabilidad conductual. Los humanos actuales podemos llevar a cabo casi cualquier actividad de múltiples maneras. En 1996, Richard Potts, de la Institución Smithsonian , señalaba en Humanity´s  descent («El linaje de la humanidad») que nuestra gran variabilidad de comportamiento parece exclusiva de nuestra especie. Ninguna otra posee el repertorio de conductas de Homo sapiens. Y dicha variabilidad se presta mucho mejor a la investigación empírica que una clasificación de los humanos prehistóricos en términos de modernidad.

Una manera de calibrar la variabilidad conductual en los primeros Homo sapiens es a través del estudio de la industria lítica. Aunque esta no  nos revela todo lo que nos gustaría saber sobre el comportamiento prehistórico, se encuentra sujeta a la misma presión selectiva que genera variaciones en las pruebas arqueológicas de cualquier otro tipo. Al igual que los artefactos líticos elaborados por humanos recientes resultan mucho más complejos y variables que aquellos fabricados por nuestros ancestros, los Miles de comienzos del Paleolitico también exhiben una mayor variedad que los fabricados por primates no humanos.

Por tanto, existen razones para pensar que el análisis de la industria lítica puede proporcionarnos indicios claros sobre la variabilidad en el comportamiento de los primeros homo sapiens. Un lugar idóneo para comparar la técnica lítica de los primeros homo sapiens con la de los que vendrían después es Africa oriental, ya que allí se conserva el registro arqueológico más largo y continuo de nuestra especie. Además, al restringir el estudio a una misma zona, se minimiza la compleja influencia de los factores geográficos sobre las técnicas de tallado.

Una de las formas más utilizadas para describir la variabilidad de la industria lítica se basa en el esquema propuesto en 1969 por el a rqueólogo Grahame Clark en World prehistory: A new synthesis (« Prehistoria universal: Una nueva síntesis»), que distingue cinco técnicas o «modos» de tratamiento de núcleos. (En la talla, se denomina núcleo a la piedra de la que se extraen las lascas que después se trabajarán para obtener otros útiles.) Se cree que las diferentes técnicas de explotación de núcleos obedecen a adaptaciones al entorno. Aunque simple, observar qué modos se hallan presentes en un conjunto de útiles líticos supone un método razonable para cuantificar con precisión su variabilidad técnica. Al aplicarlo a los yacimientos de Africa oriental de entre 284.000 y 6000 años de antigüedad, obtenemos una imagen mucho más compleja de la prehistoria. Después de la aparición de nuestra especie, no se observa una acumulación continua de nuevos métodos de talla ni nada parecido a una «revolución>>. Antes bien, se aprecia una y otra vez una
gran variabilidad técnica.

¿Qué significa esa variabilidad? Nuestro conocimiento de las técnicas de tallado no es perfecto, pero  sabemos lo suficiente como para realizar interpretaciones plausibles. En la explotación de cantos rodados (modo 1 en la clasificación de Clark), el tallador obtiene lascas de forma oportunista a partir de guijarros, lo que constituye la manera más sencilla de obtener un filo cortante a partir de una piedra. En algunos lugares rurales del Africa oriental aún se emplea esta técnica. Su ubicuidad en los conjuntos arqueológicos probablemente se deba a que proporciona una manera expeditiva de obtener filos cortantes ante situaciones imprevistas.

Se cree que los grandes núcleos bifaciales (modo 2) cumplían un objetivo doble. Su tamaño y sus largos bordes afilados se muestran muy eficaces para realizar tareas pesadas, como trabajar la madera o desmembrar presas de gran tamaño. Por otra parte, las lascas finas obtenidas a partir de dichos núcleos resultan apropiadas para tareas de corte más delicadas y, a su vez, pueden retocarse para obtener útiles más especializados. En contextos arqueológicos recientes, los grandes útiles bifaciales se han relacionado con pueblos nómadas, mientras que la explotación de cantos rodados se ha asociado a poblaciones más sedentarias. En la actualidad, los cambios estacionales fuerzan a los pastores africanos a trasladar su lugar de residencia. La persistencia de esta técnica reflejaría una movilidad elevada por parte de los grupos prehistóricos de la región.


La interpretación conductual de los núcleos preparados según el método de Levallois (modo 3) no quedaría tan clara, en parte porque el termino engloba diferentes tipos de talla. Los preparados de Lcvallois perseguirían obtener formas determinadas, o bien producir lascas anchas y finas con un filo susceptible de volver a afilarse. Ambas hipótesis se muestran compatibles y, en parte, ambas explicarían por qué los humanos del África oriental han utilizado esta técnica durante tanto tiempo.

En la técnica de lascas prismáticas ( modo 4). se extraen sucesivas láminas largas y rectangulares a partir de un núcleo de forma cónica. l.a explicación más común afirma que el método persigue maximizar la cantidad de filo que puede obtenerse de una piedra. Sin embargo, Metin Eren, de la Universidad Metodista del Sur, y sus colaboradores han demostrado la falsedad de esta hipótesis. Una ventaja mucho mayor de esta técnica reside en que la regularidad morfológica de las láminas facilita su unión a un mango. Ello permite aumentar el brazo de palanca y la eficacia mecánica de este. al tiempo que limita el movimiento del instrumento y la porción que puede volver a afilarse. La aparición y desaparición de la explotación laminar en Africa oriental quizá refleje la interacción de todas estas posibilidades.

Los microlitos geométricos (modo 5) se han encontrado en cantidades variables en la mayoría de los yacimientos del Africa oriental, tanto en los antiguos como en los más recientes. Obtenidos mediante la fractura de láminas o lascas, eran utiles pequeños a los que se había dado la forma de triángulos rectángulos, semicírculos y otras geometrías tras hacer romos algunos de los filos. Resultaban demasiado pequeños para ser usados directamente con la mano, por lo que casi con seguridad se enmangaban, pues podían engancharse con facilidad a un soporte para emplearse como proyectiles, instrumentos para trabajar la madera o herramientas para preparar alimentos vegetales.

La técnica microlítica optimizaba la versatilidad y reducía los riesgos. Apareció y se difundió entre los grupos africanos y eurasiáticos hace entre 50.000 y 10.000 años. Ese período se canteterizó por grandes variaciones climáticas, por lo que parece natural que se ideasen útiles versátiles y fáciles de transportar. Si, forzado por el clima, un grupo se veía obligado a cambiar la caza por la recolección, los mismos microlitos que servían a modo de flechas también podían emplearse para construir hoces, todo ello sin mudar de técnica. En virtud de su diminuto tamaño, los microlitos cuentan con una gran longitud de corte con relación a su peso. Ello implicaba que, en las migraciones estacionales, podía transportarse más filo en una misma carga. La variabilidad en el uso de la técnica microlítica en África oriental probablemente reflejase una estrategia para afrontar la imprevisibilidad ambiental y asegurar la supervivencia.

 ¿Qué relación guardan las diferencias observadas entre los yacimientos africanos de distintas épocas con las variaciones entre las poblaciones recientes que aún utilizan instrumentos líticos? La variabilidad de las técnicas líticas de los humanos actuales supera a la registrada en los yacimientos del Africa oriental. Los cinco modos de explotación propuestos por Clark se dan hoy, pero no todas las técnicas se encuentran en el conjunto africano. Hace unos 30.000 años, en Australia primero y en otros lugares después, se empezaron a pulir y afilar los bordes de los instrumentos. Los filos pulidos oponen una fricción menor, lo que aumenta su eficacia y facilita afilados posteriores. En el Nuevo Mundo, los talladores indígenas desarrollaron un amplio abanico de técnicas distintas de las que se observan en África oriental. Los útiles se emplearon en distintos contextos, desde campamentos de grupos de cazadores-recolectores en las Grandes Llanuras hasta en las ciudades-estado de Mesoamérica, como Teotihuacán. Las diferencias entre las técnicas reflejan distintas estrategias adaptativas. Nadie en su sano juicio atribuiría dicha variabilidad a las diferencias evolutivas entre los distintos grupos actuales. Si tales explicaciones carecen de sentido en la actualidad, ¿qué valor pueden tener para dar cuenta de la variabilidad conductual en los antiguos Homo sapiens?

La prueba lítica que hemos descrito aquí desafía la hipótesis de que en Africa oriental surgieron diferencias de comportamiento significativas  entre los primeros representantes de nuestra especie y otros más recientes. Por supuesto, la variabilidad en el comportamiento abarca mucho más de lo que refleja la industria lítica. Pero aunque la aplicación de los modos de Clark para medir dicha variabilidad solo constituya un primer paso, supone sin duda un paso hacia delante.

ABANDONAR UN MITO


Alguien podría argumentar que estos hallazgos solo indican que algunos comportamientos modernos habrían aparecido de manera precoz entre los primeros Homo sapiens de África. En mi opinión, nos enseñan mucho más. Después de todo, solo podemos calificar algo como «precoz» cuando es inesperado. La hipótesis de que hubo humanos anatómicamente modernos pero con un comportamiento distinto del nuestro no solo contradice los principios del uniformismo -que afirma que las explicaciones sobre el pasado deben basarse en lo que sabemos sobre el presente-, sino también la teoría evolutiva y las pruebas arqueológicas. No conocemos ninguna población de Homo sapiens que sufriese limitaciones biológicas para desarrollar un comportamiento variable. Antropólogos de distintas gene raciones han buscado en vano este tipo de pueblos primitivos en todos los rincones del planeta. L1 interpretación más sencilla de ese fracaso es que dichos humanos no existieron.

Tampoco existe ninguna razón para creer en un Homo sapiens con un comportamiento arcaico. Si en algún momento hubo un número significativo de Homo sapiens cuyas limitaciones cognitivas le impidieron desarrollar una variabilidad conductual, la selección natural se habría encargado de hacerlos desaparecer. En los crueles ecosistemas del Pleistoceno en los que evolucionó nuestra especie, los individuos menos adaptados no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir. Si alguna vez se produjo una extinción de esta clase, con toda seguridad aconteció entre grupos de homínidos más antiguos (Homo ergaster/erectus o Homo Heidelbergensis) o a lo largo de la diferenciación evolutiva que separó a nuestra especie de esos homínidos.

Dividir a homo sapiens en dos categorías, modernos y arcaicos, y apelar a la evolución de la modernidad del comportamiento para explicar sus diferencias no parece una buena propuesta. Refleja, al igual que el desacreditado concepto científico de raza, una jerarquía y un pensamiento tipologísta de la variabilidad humana que carece de toda base antropológica. De hecho, podríamos afirmar que el concepto de modernidad conductual se antoja peor que incorrecto, ya que supone un obstáculo para la comprensión de nuestra especie. Se han malgastado mucho tiempo. energía y recursos en la discusión sobre la modernidad del comportamiento que podrían haberse invertido en investigar las fuentes de la variabilidad de determinadas estrategias de comportamiento o en comprobar las hipótesis al respecto.

A principios del siglo xx, el etnólogo Franz Boas se opuso a los antropólogos evolutivos que clasificaban a las diferentes sociedades de la época en una escala evolutiva de más primitiva a más desarrollada. Sus argumentos fueron acogidos por muchos; hoy constituyen un principio básico de la antropología moderna. La arqueología de nuestros orígenes necesita un cambio similar. Debemos dejar de ver los artefactos como expresiones de estadios evolutivos y empezar a entenderlos como productos de estrategias de comportamiento.

Las diferencias que observemos en tales estrategias nos obligarán a plantearnos nuevos interrogantes. ¿Pueden surgir diferentes clases de variabilidad conductual a partir de situaciones ambientales similares? ¿se dan diferencias en la estabilidad de determinadas estrategias de comportamiento? ¿se encuentra alguna de esas estrategias asociada a algún homínido particular?. Y si es así,  ¿por qué? Si nos centramos en el estudio de la variabilidad conductual, adoptaremos un enfoque más científico sobre el origen de nuestra especie. En cambio, el concepto de modernidad conductual no nos conduce a nada.

Incluso en la actualidad, la imagen popular del poblador prehistórico sigue siendo la del hombre de las cavernas: un individuo con cejas pronunciadas, rostro prognato, cabello largo y barba que no puede hablar bien, de inteligencia dudosa y con una capacidad de innovación muy limitada. Por fortuna. la arqueología moderna está derribando esta concepción errónea sobre el origen del comportamiento humano.

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