miércoles, 1 de enero de 2014

NEANDERTALES : MAS CERCA DE NOSOTROS



Las reconstrucciones que hacen los paleoartistas son tan buenas y realistas que nos vemos obligados a preguntarnos si de verdad ganaríamos algo viajando al pasado. Veríamos las especies en
movimiento, sí, pero hasta eso se consigue ya con las modernas técnicas de animación digital. 
Ahora bien, los ruidos producidos por los animales desaparecidos para siempre, sus gruñidos,  rugidos y bramidos, no son fáciles de reconstruir, y un viaje al pasado nos serviría para ponerle
sonido al documental de la prehistoria.
En el caso de las especies humanas extinguidas, podríamos de este modo saber qué tipo de sonidos emitían al comunicarse, si eran parecidos a los nuestros o, por el contrario, similares a los de los chimpancés, aunque incluso esto puede llegar a determinarse a través de los fósiles. Pero ni siquiera así sabríamos si «hablaban», si tenían un lenguaje como el nuestro, porque no seríamos capaces de decir si las vocalizaciones que producían «significaban» algo. Nuestra comunicación se realiza a base de símbolos, y detrás tiene que haber una mente capaz de crearlos y manejarlos. 
Curiosamente, nunca ha existido un lenguaje humano universal, ni siquiera «antes de Babel»,
porque cada comunidad acuña su lengua, y de haber tenido los neandertales lenguaje humano,
habría que ver si se entendían los de Asia Central con los ibéricos. La fragmentación de un idioma
es cuestión de tiempo y distancia.
La reconstrucción que se hacía antiguamente de los neandertales era la de unos seres muy desgarbados, con las rodillas flexionadas, pero ya hace mucho tiempo que se sabe que la postura
bípeda completa, del mismo tipo que la nuestra, se alcanzó hace más de cuatro millones de años,
con los primeros australopitecos. Los neandertales eran más anchos de caderas y de tronco
que nosotros, y muy musculosos, de piernas y antebrazos cortos. La frente era huida, bajo las
cejas había un engrosamiento óseo que hacía que sobresaliesen, y carecían de mentón.
En esas reconstrucciones antiguas les ponían en todo el cuerpo el pelo de los chimpancés, y eso los hacía parecer muy primitivos. Hoy se los representa con cabello y barba, y el resto del cuerpo poco velludo, y así parecen mucho más humanos. Sin embargo, no hay ningún dato científico que avale que tenían cabello (es decir, pelo de crecimiento continuo) y barba (también de crecimiento permanente), ya que nuestra especie es la única que muestra este tipo de pelo en la biosfera actual. Quizás algún día nos lo diga la paleogenética (el estudio del ADN de los fósiles). Si pudiéramos mirar a través del tiempo, resolveríamos de un vistazo esa duda.

Hace unos 36.000 años el sudeste de la península Ibérica, con un clima más cálido que el resto
de Europa, se convirtió en el último reducto de los neandertales. Así lo evidencian los signos de
ocupación hallados en las cuevas de Gorham (arriba), Vanguard e lbex, en Gibraltar. El paisaje
era entonces muy distinto al del resto del continente cubierto de hielo: planicies arenosas y
arbustivas, bosques abiertos, marismas y entornos costeros, y un nivel del mar más bajo que el
actual (abajo). Las cuevas, hoy al pie del acantilado, se hallaban a unos 10 kilómetros del mar.


Cualquier fotografía o grabado de un grupo humano actual o de los últimos siglos, sea cual sea, nos mostrará a sus miembros más o menos desnudos, pero siempre adornados. La nuestra es una especie que, además de los rasgos naturales que distinguen a los sexos, modifica su cuerpo para controlar su imagen, es decir, la forma en la que los demás nos ven. Eso incluye el modo de arreglarse el pelo y la barba, las deformaciones a las que en algunas culturas se someten los labios o los lóbulos de las orejas, o las que se practicaban sobre los cráneos de los niños pequeños para
moldeados, por no hablar de los aros para estirar el cuello de las mujeres, los cortes en la piel para
producir cicatrices (escarificación), los tatuajes, las mutilaciones, las extracciones de dientes o el
aguzamiento de los mismos y un largo etcétera.Si pudiéramos asomarnos al mundo de los neandertales, veríamos si eran tan humanos como  nosotros en estas formas de cambiar el cuerpo.
¿Podemos imaginar a un neandertal con un enorme plato en el labio inferior? Parece poco compatible con el tipo de vida que llevaban y su forma de alimentarse. Sabemos a ciencia cierta
que no se arrancaban dientes ni se los afilaban, ni deformaban el cráneo de sus pequeños, ni se
automutilaban, pero hay otras modificaciones del cuerpo, como la perforación de la nariz, que
no dejan huella en el esqueleto, y nos quedaremos sin saber si eran prácticas comunes. Y no
se trata de una simple curiosidad, porque estas prácticas culturales son inseparables del lenguaje
simbólico. Si los neandertales se arreglaban el pelo, por ejemplo, seguro que hablaban.
Pero, además, los humanos de todas las culturas nos coloreamos el cuerpo y lo decoramos con collares, pulseras, anillos, pendientes y otros muchos objetos simbólicos. Que los neandertales
se protegían del frío cubriéndose de pieles es seguro, pero ¿se pintaban el cuerpo? ¿Se colgaban
objetos del cuello o alrededor de la muñeca? ¿Se ponían cintas o plumas en la cabeza? Bastaría
con tener la certeza de que usaban cualquiera de estos elementos para que supiéramos que su
mente era tan simbólica como la nuestra.
Los neandertales transportaban almagre (óxido de hierro, también llamado ocre rojo) a sus cuevas y quizá lo utilizasen como pigmento para pintarse el cuerpo, aunque también podrían darle otros usos. Tal vez se adornaban con hojas o flores, claro, pero estos elementos vegetales no perduran y no forman parte del registro arqueológico.
Un tocado de plumas en la cabeza de un neandertal produciría un gran efecto a quienes lo vieran, sobre todo si las plumas eran de grandes aves planeadoras, como las carroñeras y rapaces.Pero las plumas no se conservan, así que, ¿cómo sabremos si las usaban?

Los neandertales habitaron extensas zonas de Oriente Próximo, Asia Central y Europa (mapa). En este continente ocuparon
numerosos yacimientos donde se han hallado restos de huesos de animales, especialmente de aves, con cortes, incisiones o pulimentos. Los investigadores asocian estos hallazgos al uso ornamental que los neandertales pudieron hacer de plumas y garras.


La primera respuesta a esta pregunta llegó en 2011 de un yacimiento italiano del Véneto, en los Prealpes, llamado Fumane. Se trata de una cueva que fue utilizada por los neandertales. Entre los huesos de animales que transportaron hasta el lugar se encuentran los de diversas especies de aves. Muchos de ellos son de las alas y tienen rastros de haber sido rotos intencionadamente, o pelados, y algunos muestran pulidos que indican que fueron usados. Pero hay seis especialmente interesantes porque presentan cortes producidos por instrumentos de piedra con objeto de desarticularlos. Pertenecen a un ala de quebrantahuesos, otra de cernícalo patirrojo, otra de paloma, dos de chova piquigualda (todos ellos datados en torno a 44.000 años) y otra de buitre negro (procedente de un nivel más antiguo). Estas partes del cuerpo no proporcionaban alimento alguno a los neandertales, por lo que no fueron llevadas a la cueva para comérselas.
Una explicación muy razonable es que usaran las alas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno. Eso por lo menos es lo que piensan los autores de la investigación, dirigida por el antropólogo italiano Marco Peresani, de la Universidad de Ferrara, y financiada en parte por National Geographic Society.
En esta gruta se ha encontrado también una falange ungueal de águila real con marcas de corte que indican que le extrajeron la garra (uña). Cabe pensar que también utilizasen las garras para su arreglo personal.
A partir de esta idea, Fabio Fogliazza, del Laboratorio de Paleontología del Museo de Historia
Natural de Milán, ha imaginado el aspecto de un neandertal masculino con el pelo cuidadosamente
cortado y además adornado con plumas de quebrantahuesos, de paloma y de chova piquigualda, sujetas con tiras de piel de corzo. Las orejas han sido decoradas con cañones de plumas de paloma y se abriga el cuello con una piel de zorro, de la que cuelgan garras de águila. La cara está pintada con almagre (color rojo) y óxido de manganeso (color negro).


Para reconstruir la cabeza el paleoartista ha recurrido a una réplica de un cráneo neandertal masculino muy completo del yacimiento de La Ferrassie, en la Dordoña francesa. Por supuesto,
no se sabe quiénes utilizaban las plumas, si eran los hombres, las mujeres o ambos sexos. Tampoco
se tiene idea de qué significaban para los neandertales,pero si tenían algún significado (edad, estatus social, género, pertenencia a un grupo ... ), ya eran objetos simbólicos, una forma de lenguaje codificado para enviar un mensaje a los demás, la expresión de una mente racional.
Por otra parte, este no es el único yacimiento que ha proporcionado indicios del uso de plumas por parte de los neandertales. En tres cuevas de Gibraltar (Gorham, Vanguard e lbex) se han encontrado también huesos de alas de rapaces y de córvidos con señales de haber actuado sobre
ellos. El interés de los neandertales por las alas de las grandes aves de presa (águilas, halcones) y las carroñeras (quebrantahuesos, buitres), así como por los córvidos, es muy notable, y se extiende a otros muchos yacimientos de Europa, como han mostrado en un estudio de 2012 Clive Finlayson y otros autores. Finalmente, en dos cuevas de Francia (Combe-Grenal y Les Fieux) se han hallado falanges de águila real y de pigargo (otra gran rapaz) con las mismas características (marcas de corte) que las de Fumane.
El consumo de aves por neandertales arcaicos ha sido atestiguado en el yacimiento valenciano de Bolomor, en un estudio encabezado por la arqueóloga Ruth Blasco, que constituyó una gran sorpresa el año pasado porque hasta entonces se pensaba que los animales pequeños solo habían sido objeto de caza sistemática por humanos más modernos, mucho después de la extinción de los neandertales. Sin embargo, el interés de estos por las rapaces, especies siempre poco abundantes por hallarse en la cúspide de la pirámide ecológica y de escaso o nulo valor alimenticio, tiene que obedecer a razones que no son la obtención de calorías. Y el valor de las plumas con fines de adorno es una hipótesis muy digna de ser tenida en cuenta.
Estas teorías cambian la imagen de los neandertales, nunca mejor dicho. No hay más que ver la reconstrucción del neandertal con tocado de plumas para imaginarse a un ser humano como nosotros. Además, sabemos que hacían fuego, eran expertos tallando la piedra y su economía no era diferente de la de sus contemporáneos de nuestra especie. También enterraban a los muertos y hasta parece que llevamos unos pocos genes suyos (menos los africanos que viven al sur del Sahara). Hay ya muchos indicios que parecen probar que la mente consciente, simbólica y capaz de expresarse a través del lenguaje no es exclusiva de Hamo sapiens y que no es cuestión de todo (nosotros) o nada (las demás especies). Pero también es posible, y abre una fascinante perspectiva, que los neandertales tuvieran otro tipo de mente consciente, una mentalidad diferente. 

PROYECTO GENOGRAPHIC
¿Tengo yo algo de NEANDERTAL?
No hay ninguna duda. Horno sapiens neandertales, y también los denisovanos, coincidieron en Eurasia hace unos 60.000 años. Fruto de aquellos encuentros ancestrales parece que tuvieron lugar emparejamientos entre los distintos tipos de humanos. ¿Quiere usted saber si es o no
descendiente de aquellos arcaicos affaires? Si lo desea, ahora puede averiguarlo. 
SON MUCHAS LAS VECES que hemos hablado en las páginas de la revista del proyecto que Spencer Wells, genetista y Explorador Residente de National Geographic, lleva a cabo desde 2005
para reconstruir la historia más pormenorizada de la migración humana, iniciada cuando nuestros
antepasados abandonaron África hace unos 60.000 años. Mediante el Proyecto Genographic que lidera, Wells y su equipo han recogido hasta el momento (según el contador de participantes
de la web genographic.nationalgeographic.com) muestras de ADN de cerca de 600.000 personas
procedentes de 140 países, entre las que se incluyen miles de muestras de hombres y mujeres de
pueblos indígenas. La altísima participación de ciudadanos de todo el mundo en esta iniciativa
ha permitido que la base de datos del Proyecto Genographic sea hoy la más exhaustiva del mundo.
Gracias a ellos, Wells y su equipo de investigadores han determinado, entre otras cosas, el origen de las lenguas caucásicas y cuáles fueron las primeras rutas migratorias fuera de África.
Ahora el proyecto inicia una segunda etapa, que invita a participar en la nueva fase, denominada
Geno 2.0. Adquiriendo el kit Geno 2.0, los participantes podrán, de forma sencilla e indolora, enviar su ADN (una pequeña muestra salivar tomada del interior de la mejilla) para engrosar aún más la información genética contenida en esta inmensa base de datos y para conocer con exactitud la historia migratoria detallada de sus ancestros a partir del análisis de casi 150.000 marcadores genéticos del genoma humano. ¿Qué caminos tomaron las simientes de su linaje tras abandonar África? ¿En qué áreas geográficas fueron asentándose? Y otras cuestiones quizá más enigmáticas y novedosas, como, por ejemplo: ¿se hibridaron alguna vez sus antepasados con otras especies humanas hoy extinguidas, como los neandertales o los denisovanos, oriundos del Sudeste Asiático y descubiertos recientemente?
Cuando el proyecto Genographic echó a andar hace ocho años, esa era aún una incógnita no esclarecida. Pero parece que ya no hay duda: hubo al menos un ligero mestizaje. Individuos Horno sapiens, neandertales y denisovanos se cruzaron durante su corta coexistencia en Europa y Asia. Una coexistencia que tuvo lugar hace entre 50.000 y 80.000 años y que acabó con la desaparición de estas dos últimas especies y con la supremacía de Horno sapiens, que no dejó de expandirse y prosperar hasta hoy. Un estudio realizado por investigadores de la prestigiosa Universidad Stanford y publicado en Science a fines de 2011 sugiere que hay evidencias de que, efectivamente, hubo casos de emparejamientos entre los tres tipos de humanos y que esa mezcla resultó positiva para el hombre moderno. En concreto, optimizó el sistema inmunitario de sus descendientes sapiens actuales.
Carles Lalueza-Fox, biólogo e investigador en el Instituto de Biología Evolutiva, centro adscrito a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y al CSIC, es experto en el estudio de ADN antiguo y lleva años secuenciando el genoma de los neandertales junto a otros expertos internacionales en el llamado Proyecto Genoma Neandertal, encabezado por el profesor Svante Paabo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania. Estos científicos han logrado secuenciar más del 60% de ese material genético milenario a partir de muestras óseas descubiertas en el yacimiento croata de Vindija y de otras halladas en Alemania, Rusia y también en España, concretamente en la cueva asturiana de El Sidrón. Ahora su labor consiste en mejorar la calidad de esa secuencia. «De media, algunos Horno sapiens modernos comparten un 2,5% del genoma con el de los neandertales -explica Lalueza-Fox. Sin duda hubo hibridación, pero resulta difícil discernir si ese cruce entre ambas especies fue algo puntual en un área geográfica concreta (probablemente Oriente Medio) o si fue una interrelación de largo recorrido. Pero no todos los Horno sapiens actuales tienen ese acervo genético en su ADN, solo los descendientes de aquellos contactos ancestrales: los humanos modernos no africanos, es decir, los que ya habían abandonado ese continente generaciones atrás y también, según demostramos recientemente, algunas poblaciones norteafricanas. En resumen, todos menos los humanos modernos oriundos del África subsahariana.»
Saber cuánto tenemos de neandertal o de denisovano significa un cambio de paradigma en la evolución, concluye Lalueza-Fox. En concreto, respecto a si tras salir de África las poblaciones
humanas evolucionaron separadamente, como se creía hasta hace bien poco, o no. Todo indica que somos fruto de una mezcla enriquecedora que se dio tras abandonar la cuna africana. Los trabajos que llevan a cabo los equipos de Wells y de Lalueza-Fox y de otros científicos dedicados a la indagación de nuestros genes más antiguos aportarán en el futuro más luz a ese túnel del tiempo que nos tiene tan intrigados.

LA EXTINCION DE LOS NEARDENTALES

El hombre moderno y el neandertal coexistieron en Europa durante miles de años. ¿Por qué desaparecieron unos homínidos tan semejantes a nosotros? Parece que intervinieron diversos factores sutiles.

 Kate Wong

 Hace unos 28.000 años, en lo que hoy es el territorio de Gibraltar, un grupo de neandentales luchaba por sobrevivir a lo largo de los acantilados de la costa mediterránea. Muy posiblemente, eran los últimos de su especie. En el resto de Europa y Asia occidental habían desaparecido miles de años antes, tras haber sido dominantes en la zona durante más de 200.000 años.
 La península Ibérica, con un clima más suave y una gran variedad de animales y plantas, parece que fue su último bastión. Sin embargo, la población de Gibraltar no tardaría en desaparecer, dejando atrás sólo algunos útiles líticos y los restos carbonizados de sus hogueras.
 Desde el descubrimiento del primer fósil neandertal en 1856, los paleontólogos han venido debatiendo sobre el lugar que ocupan en el árbol genealógico estos homínidos extintos y sobre las causas de su extinción. Durante decenios, dos teorías contrapuestas polarizaron el debate. Una defiende que los neandertales constituían una variante arcaica de nuestra especie, Homo sapiens, que evolucionó o fue asimilada por las poblaciones de Homo sapiens europeo. La otra teoría postula que los neandertales integraban una especie genuina, Homo neanderthalensis, y que los humanos actuales provocaron su desaparición al expandirse por territorio neandertal.
 Sin embargo, dos descubrimientos clave realizados en el transcurso de los diez  últimos años han llevado el centro del debate lejos de la cuestión sobre cuán pacíficas o violentas fueron las relaciones entre neandertales y Homo sapiens. El primer hallazgo resultó de los estudios de ADN, que no han aportado pruebas de hibridación entre los neandertales y los humanos modernos, según cabría esperar de la mezcla potencial de los dos grupos. El segundo procede de los estudios de datación, cada vez más precisos; indican que, tras la llegada de Homo sapens a Europa hace 40.000 años, los neandertales no desaparecieron de forma brusca, sino que sobrevivieron durante más de 15.000 arios. Ello contradice la hipótesis de una sustitución súbita, según la cual se habría producido un "ataque relámpago".
 Los hallazgos reseñados han instado una investigación más rigurosa de otros factores que podrían haber conducido a la extinción de los neandertales. Lo descubierto induce a pensar que la respuesta quizá se encuentre en la compleja interacción de diversos factores.

CONCEPTOS BASICOS

  • Los neandertales, nuestros parientes más próximos, dominaron Europa y Asia occidental durante más de 200.000 años. Pero se extinguieron hace unos 28.000 años.
  •  Se debate desde hace tiempo sobre la causa de su desaparición. Las últimas hipótesis se centran en el cambio climático y en las ligeras diferencias biológicas y de comportamiento que pudieron haber proporcionado alguna ventaja a los humanos modernos sobre los neandertales.

 Un mundo cambiante
Los estudios paleoclimáticos constituyen una de las líneas de investigación que están aportando más datos sobre la extinción de los neandertales. Se sabía, desde hace algún tiempo, que los neandertales habían experimentado a lo largo de su historia condiciones glaciales y condiciones más suaves, durante los períodos interglaciales. Sin embargo, en los últimos años, el análisis de los isótopos atrapados en el hielo, en sedimentos oceánicos y en polen recuperado en lugares muy distantes entre sí (Groenlandia, Venezuela e Italia) han permitido la reconstrucción detallada de los cambios climáticos que se produjeron durante el período correspondiente al estadio isotópico del oxígeno 3 (OIS-3, por sus siglas en inglés). El OIS-3 abarca desde hace unos 65.000 a 25.000 años; comenzó con unas condiciones climáticas moderadas y acabó con el norte de Europa cubierto por extensos mantos de hielo.
 Considerando que los neandertales eran la única especie de homínido que vivía en Europa al principio del OIS-3 y que los Homo sapiens eran los únicos que quedaban allí al final de este período, los expertos se preguntan si fue el fuerte descenso de las temperaruras lo que condenó a los neanderrales, quizá porque estos no encontraron alimento suficiente o no pudieron mantener su calor. Pero esta hipótesis tiene un punto débil: los neandertales ya se habían enfrentado anteriormente a condiciones glaciales y habían sobrevivido.
 De hecho, numerosas características de la biología neandertal y de su comportamiento revelan una adecuada adaptación al frío. Su tórax robusto, con forma de barril, y sus extremidades, más cortas, habrían favorecido la conservación del calor corporal; aunque hubieran necesitado también disponer de indumentaria de pieles de animales para evitar el enfriamiento. Además, su estructura muscular parece estar mejor adaptada a una forma de caza basada en la emboscada de mamíferos de gran tamaño y solitarios, como el rinoceronte lanudo, que pastaba por Europa del Norte y Central durante los períodos fríos. (Otras de las características distintivas de los neandertales, como la frente prominente, quizá resultaron de la evolución neutra de rasgos que se establecieron por deriva genética y no por selección.)
 Pero los datos isotópicos están lejos de demostrar un cambio gradual de templado a frío. El clima se volvió muy inestable a medida que se acercaba al último máximo glacial, oscilando de forma amplia y brusca. Tales fluctuaciones vinieron acompañadas de cambios ecológicos profundos: los bosques dieron paso a terrenos desarbolados y los renos reemplazaron a ciertas especies de rinocerontes. Las oscilaciones fueron tan rápidas, que en el curso de la vida de un individuo, todas las plantas y animales que esa persona había conocido podían desaparecer y ser sustituidas por una nueva flora y fauna. Y entonces, con igual prontitud, el ambiente podía cambiar de nuevo y volver a su estado anterior.
 Con otros expertos en ecología evolutiva, sostiene Clive Finlayson, del Museo de Gibraltar y director de las excavaciones en varios yacimientos de las cuevas del enclave, que esas condiciones ambientales en vaivén, y no necesariamente el frío, condujeron a los neandertales a un punto sin retorno. Esos cambios habrían exigido la adopción de una nueva forma de vida en un breve intervalo temporal. La sustitución de bosques por prados habría dejado a los cazadores habituados a la emboscada sin árboles donde ocultarse. Para sobrevivir, los neandcrtales tuvieron que modificar sus métodos de caza. Algunos neanderrales se adaptaron a ese mundo inestable, como demuestran los cambios en sus útiles líticos y en sus presas. Pero muchos probablemente desaparecieron durante esas fluctuaciones, dejando tras de sí una población cada vez más fragmentada. En circunstancias normales, esos homínidos podrían haberse recuperado, tal y como habían hecho con anterioridad, cuando las fluctuaciones eran más escasas y espaciadas. Sin embargo, esta vez la rapidez de los cambios ambientales dejó poco tiempo para la recuperación. Andando el tiempo, las repetidas afrentas del clima redujeron las poblaciones de neandertales de tal forma, que ya no pudieron mantenerse, defiende Finlayson.
 Los resultados de un estudio genético, publicado en abril en PLoS One por Virginie Fabre y sus colaboradores, de la Universidad del Mediterráneo en Marsella, apoyan la tesis de la fragmentación de las poblaciones neandcrtales. El análisis del ADN mitocondrial ha revelado que los neandertales podían dividirse en tres subgrupos (uno en Europa occidenral, otro en Europa meridional y un tercero en Asia occidental); el tamaño de 1a población se redujo y fluctuó.
 Especie invasora
 Para otros investigadores, sin embargo, el hecho de que los neandertales no desaparecieran en Europa hasta la entrada de Homo sapiens, indica que el recién llegado tuvo alguna influencia en la extinción del lugareño, aun cuando no matara directamente a los neandertales. Probablemente, postulan los defensores de esta idea, los neandertales hubieron de competir con los nuevos humanos por los recursos y gradualmente fueron perdiendo terreno. Aunque, lo que dio a Homo sapiens esa ventaja sigue siendo cuestión debatida.
 Una posibilidad es que los Homo sapiens fuesen más versátiles en su alimentación. Del estudio que sobre la composición química de los huesos de neandertales realizó Hervé Bocherens, de la Universidad de Tübingen, se desprende que al menos algunos de esos homínidos se especializaron en el consumo de mamíferos de gran talla, como los rinocerontes lanudos, bastante escasos. Los Homo sapiens, en cambio, consumían todo tipo de animales y plantas. Cuando se adentraron en territorio neandertal y empezaron a cazar grandes mamíferos, dejó a los pobladores en una situación de aprieto. Los Homo sapiens podían, por el contrario, complementar su dieta con animales de menor tamaño y alimentos vegetales.
. Curris W. Marean, de la Universidad estatal de Arizona, afirma que los neandertales tenían su propia forma de hacer las cosas, que les resultaba apropiada mientras no tuvieran que competir con Homo sapiens. Los Homo sapiens, en cambio, que habían evolucionado en Africa bajo condiciones tropicales, lograron introducirse en ambientes completamente distintos y rápidamente desarrollar formas creativas de adaptarse a las nuevas circunstancias. Según Marean, la diferencia clave estriba en el retraso cognitivo de los neandertales, comparados con el estado avanzado de los Homo sapiens. Marean no es el único que piensa que la inteligencia de los neandertales era limitada. Una opinión bastante extendida defiende que Homo sapiens superaba a los neandertalcs no sólo en técnicas líticas y tácticas de supervivencia, sino que contaban también con el habla, una herramienta que les pudo ayudar a establecer redes sociales más fuertes. Propone esta tesis que los neandertales no tenían ninguna posibilidad de competir con los recién llegados y ganarles.
Sin embargo, cada vez existen más datos que indican que los neandertales estaban mejor dorados de lo que se pensaba. De hecho, parece que practicaron muchos de los comportamientos que se atribuían en exclusividad a Homo sapiens. Para Christopher B. Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, la frontera entre neandertales y Homo sapims se adelgaza por momentos.
 Los yacimientos de Gibraltar han aportado pruebas que contribuyen a difuminar la línea que separaba ambos grupos de humanos. En septiembre de 2008, Stringer y sus colaboradores publicaron un estudio que demostraba que los neandertales de la cueva de Gorham y de la cueva de Vanguard , muy próxima a la anterior, cazaban delfines y focas, y recogían moluscos. En otro trabajo, todavía inédito, se demuestra que consumian aves y conejos. Los descubrimientos de Gibraltar, jumo al de otros yacimientos, desmienten la hipótesis de que sólo los Homo sapiens tenían la capacidad de explorar los recursos marinos y capturar presas de talla pequeña.
Más datos que borran la línea entre las conductas neandertal y la de Homo sapiens proceden del yacimiento de Hohle Fels, en el sudoeste de Alemania. Bruce Hardy, del Kenyon College, comparó los útiles líticos realizados por los neandertales que habitaron esa cueva hace entre 36.000 y 40.000 años con los artefactos de los Homo sapiens que residieron allí hace entre 33.000 y 36.000 años, bajo un clima y condiciones ambientales semejantes. En abril, durante el congreso que la Sociedad de Paleoantropología estadounidense celebró 19 en Chicago, Hardy presentó los resultados de su análisis sobre las trazas de uso en los útiles y los residuos de sustancias con que habían estado en contacto. Su estudio demostraba que, aunque los Homo sapiens habían creado una mayor variedad de herramientas que los neandertales, los dos grupos de Hohle Fels las habían empleado para el mismo tipo de actividades.
 Algunos de los usos refinados que se han documentado son el empleo de resinas de árboles para fijar puntas líticas a los mangos de madera, el uso de estas puntas a modo de armas a distancia corno proyectiles y la elaboración de instrumentos de hueso y de madera. Sobre el motivo por el que los neandertales de Hohle Fels tuvieran un repertorio de instrumentos menos diversos que el de los humanos que habitaron allí, Hardy conjetura que aquéllos pudieron haber hecho el mismo trabajo sin ellas: "No necesitas una cuchara para pomelos para comer un pomelo".
A la luz de los descubrimientos recientes,también la afirmación de que los neandertales carecían de lenguaje parece poco probable. Los investigadores saben que algunos adornaban su cuerpo con alhajas y probablemente pigmentos. En los estudios arqueológicos que tratan de reconstruir el comportamiento, esas manifestaciones de comportamiento simbólico se utilizan a menudo como indicio de la presencia de lenguaje. A mayor abundamiento, en 2007, un equipo liderado por
Johannes Krause, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, publicó un estudio donde demostraba que portaban la misma versión de FOXP2, el gen que faculta para el lenguaje, característica de los humanos actuales.

Desempate
Ante el estrechamiento creciente del intervalo de separación entre las conductas neandertal y
de Homo sapiens, se dirige ahora la atención hacia las pequeñas diferencias culturales y biológicas
para explicar por qué los neandertales acabaron perdiendo. Según Karetina Harvati, del Instituto Max Planck, el empeoramiento y la inestabilidad de las condiciones climáticas habrían acentuado la competición entre los grupos humanos. En ese contexto, las pequeñas ventajas adquirirían suma importancia y quizá marcarían la diferencia entre la supervivencia y la muerte.
Stringer opina que la gama algo más amplia de adaptaciones culturales de Homo sapiens les
proporcionó una mayor ventaja en tiempos difíciles. Las agujas que utilizaba Homo sapiens revelan que confeccionaban vestidos y tiendas para resguardarse del frío. Los neandertales, en cambio, no empleaban agujas -que se sepa-, por lo que se piensa que su indumentaria se elaboraba de una forma más tosca.
Las diferencias entre neandertales y Homo sapiens podrían también descubrirse en la división del trabajo. En un estudio publicado en Current Anthropology, Steven L. Kuhn y Mary C. Stiner, ambos de la Universidad de Arizona, exponen que la variedad en la dieta de los primeros Homo sapiens de Europa les habría permitido dividir el trabajo de forma que los hombres se ocupaban de la caza mayor y las mujeres recolectaban y preparaban los frutos secos, semillas y granos. Por el contrario, los neandertales estarían más especializados en la caza de grandes animales; ello significaría que mujeres y niños participaban en la caza: su función consistiría en ahuyentar a los animales hacia el sitio donde estarían apostados los hombres.
Al hacer que la fuente de alimentos fuera más fiable y el entorno para criar a los hijos más seguro, la división del trabajo favoreció la expansión de Homo sapiens a expensas de los neandertales.
Cualquiera que fuese la forma en que los neandertales obtenían su alimento, estos necesitaban
grandes cantidades. Según Leslie Aiello, de la Fundación Wenner-Gren en Nueva York, los neandertales eran los "todoterreno" de los homínidos. Diversos estudios sobre tasas metabólicas
han concluido que estos homínidos arcaicos requerían más calorías para sobrevivir que los Homo sapiens.
Karen Steudel-Numbers, de la Universidad de Wisconsin en Madison, ha calculado que el coste energético de la locomoción era un 32 por ciento mayor en los neandertales que en Homo sapiens porque los primeros tenían un cuerpo más robusto y tibias más corras que habrían reducido su zancada. Según Andrew W. Froehle, de la Universidad de California en San Diego, y Steven E. Churchill, de la Universidad de Duke, los neandertales necesitaban consumir diariamente entre 100 y 350 calorías más que los Homo sapiens que vivieran en las mismas condiciones. De esa forma, Homo sapiens pudo aventajar a los neandertales simplemente por el hecho de ser más eficiente en
el consumo: si dedicaban menos energía a las funciones vitales, podían utilizar más energía para reproducirse y asegurar la supervivencia de su prole.
Existe otra diferencia entre neandertales y Homo sapiens que merece la atención, pues pudo ser la que dio a éstos superioridad en la supervivencia. La investigación llevada a cabo por Rachel Caspari, de la Universidad Central  de Michigan, muestra que, hace unos 30.000 años, el número de individuos de Homo sapiens que vivieron durante tiempo suficiente para conocer a sus nietos se disparó.
No sabernos cuál fue el motivo de ese incremento de la longevidad en Homo sapiens, pero el cambio tuvo dos consecuencias clave. En primer lugar, las personas disponían de más años reproductivos, es decir, incrementaba su potencial de fertilidad. En segundo lugar, tenían más tiempo para adquirir conocimiento especializado y transmitirlo a las generaciones siguientes (dónde conseguir agua en épocas de sequía, por ejemplo). Para Stringcr, una vida más larga da la posibilidad de generar redes sociales más extensas y mayores repositorios de conocimientos. Los neandertales, en cambio, tenían una vida más corta, por lo que sus conocimientos podían perderse con mayor facilidad.
Otras pistas sobre las causas de la extinción de los neandertales quizá provengan del análisis de su genoma, cuya secuenciación está previsto que termine este año. Sin embargo, las respuestas irán saliendo poco a poco a la luz, pues todavía no se conoce el significado funcional de muchas de las regiones del genoma en los humanos actuales, y por supuesto tampoco en los neandertales.
Stringer afirma que estamos muy lejos de poder interpretar el significado del genoma de un neandertal. Aun así, los futuros análisis pueden descubrir las diferencias cognitivas y metabólicas entre los dos grupos y arrojar luz sobre la hipótesis de un posible cruzamiento entre neandertales y Homo sapiens.
La investigación de la prehistoria está lejos de haber terminado. Pero los científicos están de acuerdo en lo siguiente: sin decantarse por si fue el clima o la lucha con Homo sapiens, o una combinación de ambos, la causa final de la extinción de los neandertales, los factores precisos que condujeron a la desaparición de las poblaciones de esos homínidos variaron de una a otra. En algunos casos la causa pudo ser la enfermedad; en otros, la endogamia. Cada valle tendría su propia historia.
En cuanto a los últimos neandertales, los que vivieron en las cuevas costeras de Gibraltar hace 28.000 años, no se pasaron la vida compitiendo con Homo sapiens, sí seguimos a Finlayson, pues parece que éstos habitaron la región miles de años después de la desaparición de los neandertales. El resto de la historia está todavía por descubrir.

RESUCITANDO AL NEANDERTAL

A final es de este año, el equipo de Svante Paabo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en leipzig, espera publicar el primer borrador del genoma neandertal. El trabajo ha dado lugar a especulaciones sobre la posibilidad de que algún día pudiéramos resucitar a esta especie extinta. Pero dicha hazaña, de ser técnicamente posible, provocaría toda una serie de dilemas éticos: ¿Qué derechos tendrían los neandertales? ¿Vivirían en un laboratorio, en un zoológico o en una casa? Dejando a un lado las cuestiones morales, ¿qué pueden aprender los científicos de un neandertal resucitado? La respuesta es: menos de lo que podamos imaginar. Un neandertal que haya nacido y crecido en el ambiente actual no podría trasmitimos los conocimientos de sus antepasados de la edad del hielo, no podría enseñarnos a construir un instrumento musteriense ni cazar un rinoceronte lanudo. De hecho, no podría explicar nada sobre la cultura de su especie. Si seria posible, en cambio, estudiar la biología y las capacidades cognitivas de los neandertales para descubrir las diferencias entre esos homínidos arcaicos y nosotros que podrían habernos dado superioridad en la lucha por la supervivencia

domingo, 29 de diciembre de 2013

NEANDERTALS A CATALUNYA


Hoy hemos estado en el Museo de Arqueología de Catalunya (sede de BCN) viendo la exposición que hay permanente pero nuestra intención principal era ver la exposición temporal de Neandertal a Catalunya, os transcribo parte de la información interesante que había en los paneles de la exposición

En quin entorn va viure? 

Les variacions de temperatura que es van registrar entre el 125.000 i el 40.000 anys provocaren oscil.lacions entre climes freds i temperats.

En moments càlids o temperats el nivell del mar era més elevat tal com s´ha documentat en diferents estudis sobre les coves litorals de Mallorca. Per exemple, cap als 80.000 anys el nivell del mar estaria aproximadament  1 metre per sobre l´actual. La fauna més caracteristica d´aquell període serien els elefants, el porc espí o la tortuga mediterrània, entre d´altres. Sabem que fa 125.000 anys es van produir unes condicions climàtiques molt similars a les actuals.
Durant el clima fred el paisatge dominant seria el que es coneix com a estepa-tundra del mamut, caracterizat per espais oberts amb vegetació herbàcia. En aquell moment a Catalunya hi vivien animals com els mamuts o els rinoceronts llanuts. també es documenten altres espècies adaptades a espais oberts com ara el cavall, el rinoceront de les praderies i el grans bòvids.
En els moments més freds el relleu es modificà ja que l´augment de les masses de gel dels casquets polars provocà que el nivell del mar descendís fins als 80 metres i que els rius s´encaixessin, fet que comportà una regressió de la línia de costa.
En aquella època, davant de l´actual litoral català existiria una plataforma costanera, ara submergida, en la qual els neandertals van desenvolupar part de les seves activitats.
El moment de l´arribada d´Homo sapiens al nord de la península ibèrica coincideix amb un moment climàtic de màxim fred entorn els 40.000 anys que en el cas de Catalunya tenim molt ben documentat en el jaciment de les Terrasses de la Ribera dels Canyars de Gavà, on hi ha restes de rinoceront llanut.

Què menjaven els neandertals?

Els neandertals tenien una dieta basada en el consum de carn, completada amb peix, marisc i vegetals, en funció de l´ecosistema i la zona geogràfica on se situen els assentaments.

Tot i que durant el paleolític a Catalunya hi vivien una gran quantitat d´espècies animals actualment extingides, les especies  sovint més caçades i consumides pels neandertals eren els cavalls, els cérvols, els grans bòvids, els riniceronts i els mamuts; d´altra banda, en contextos més muntanyosos també es caçaven espècies com les cabres. D´aquests animals, a part del consum càrnic, del greix i del moll de l´os, també s´utilitzaven les altres parts : les pells per abrigar-se o els budells i tendons per emmanegar les eines.
Els neandertals també consumien prese de mida petita, En aquest grup s´engloben tant les espècies lentes que poden ser recol.lectades, per exemple tortugues,com les ràpides, per exemple conills o ocells, que requereixen tècniques de captura més específiques.
Tot i que a Catalunya no hem documentat jaciments que verifiquin l´aprofitament de recursos marins com a aliment per part del neandertals, en altres indrets de l´arc mediterrani i peninsular sí que s´ha identificat algun tipus de marisqueig. fins i tot s´ha documentat el consum de mamífers marins, com foques i dofins, i de peixos.
Els neandertals, igual que els grups caçadors-recol.lectors actuals, també aprofitaven els recursos vegetals recupertas en el registre arqueològic, juntament amb les estries que podem identificar a les dents, apunten al consum d´arrels, tubercles, fruits, llavors i fruits secs que completaven la seva dieta.
Recentment a partir de l´anàlisi del càlcul dental s´ha identificat el consum de camamil.la per part dels neandertals; desconeixem, però, si aquest ús era alimentari o medicinal.

On hi ha fòssils de neandertal a Catalunya?

A catalunya tan sols hi ha dos jaciments que han proporcionat restes humanes de neandertals: la cova del Gegant de sitges i una antiga pedrera de travertí al Pla de la Formiga de Banyoles. Juntament amb aquestes dues localitats, la cova de Mollet de Serinyà ha proporcionat també una resta humana de difícil classificació: no s´ha pogut determinar si correspon a un neandertal o bé a un preneandertal. 

L´any 2012, a partir d´un nou estudi de la cova de Mollet (Serinyà, Pla de l´Estany), es va datar la dent humana d´un nen trabada ara fa 40 anys entron dels 215.000 anys, per la qual cosa és la resta humana més antiga de Catalunya. Aquesta resta va sel localitzada en un nivell que va ser utilitzat fonamentalment per les hienes com a cau. La dent actualment està exposada al Museu Arquelògic Comarcal de Banyoles.
El jaciment que més restes neandertals ha proporcionat és la cova del Gegant, situada a la punta de les Coves de Sitges, on s´han identificat tres restes corresponents a tres individus diferentes. La primera resta, una mandibula, va ser recuperada per Mn. Santiago Casanova i l´Agrupació Muntanyenca de Sitges l´any 1954. Juntament amb altres restes de fauna  recol.lectades al jaciment, es va entregar a l´Arxiu Històric de Sitges. L´any 2005 es va revisar la col.leció i es va identificar la peça com a neandertal. La mandibula correspon a un individu de mes de 15 anys i està datada directamnet en 53.000 anys. També s´ha seqüenciat part del seu ADN, que permet assignar-lo als neandertals. Actualment la mandibula està exposada al Museu d´Arquelogia de Catalunya.
la segona resta, identificada al 2011, correspon a una dent incesiva humana procedent de les excavacions de l´any 1974-1975 i que forma part de la col.leció Villalta del Nat-Museu de Ciències Naturals de Barcelona. En aquest cas, correspon a un segon individu d´uns 8 o 10 anys d´edat.
La tercera resta és també una dent incisiva recuperada a léxcavació del 1985 per un equip de la universitat Autònoma de Barcelona.
L´any 1886 un picapedrer va avisar el farmacèutic de Banyoles Pere Alsius de la troballa d´unes possibles restes humanes dins d´un travertí en una pedrera entre Porqueres i Banyoles. Alsius la va netejar , en va fer el primer estudi i la va situar en un estadi intermedi entre els neandertal- l´espècie humana més antiga coneguda a l´època- i els humans actuals.
La mandíbula ha estat motiu de polèmica constant. Diferentes investigadors l´han atibuit a una o altra espècie en funció d´estudis comparatius. S´han realizat diverses datacions tant sobre el travertí com directament sbre el fòssil, que també són objecte de discussió, La darrera datació realitzada l´any 2006 directament sobre una de les dents de la mandibula situa aquesta resta aproximadament en 66.000 anys, mentre que el darrer estudi antropològic del 2011 considera que no es tractaria d´un neandertal sinó que morfològicament s´aproximaria més a un humà anatòmicament modern.

Jaciments neandertals a Catalunya?

Coneixem diversos tipus de jaciments amb restes neandertals: llocs d´hàbitat, llocs de cacera o tallers de superficie on s´aprovisionaven de matèries primeres per a la configuració d´eines. Els llocs d´hàbitat dels neandertals són els més coneguts. Habitualment utilitzaven qualsevol refugi que el medi natural ofereix per protegir-se de les adversitats del medi. El més comú eren les balmes  i els abrics, llocs on els neandertals desenvolupaven activitats  domèstiques tals com el processament dels aliments , la realització de llars per cuinar, escalfar-se, passar la nit, fer eines i reposar.

A Catalunya coneixem diversos jaciments d´aquestes característiques. Normalment corresponen a ocupacions breus o estacionals de grups caçadors-recol.lectors nòmades i se situen tant en les valls dels grans rius com en les valls transversals que comuniquen aquest cursos fluvials.



En aquest tipus de jaciments les restes arqueològiques que sácostumen a recuperar són les eines lítiques utilitzades pels neandertals, les restes de fauna consumida i les restes de carbons i cendres resultat de les fogueres

La Roca dels Bous (Sant Llorens de Montgai, La Noguera) és un assentament que es localitza al darrer meandre del riu Segre, una zona de contacte entre la depressió de l´Ebre i els Pirineus. Aquesta situació estratègica afavoreix repetides visites de caràcter molt breu- com si es tractés d´un espai per fer bivac- que respondrien a estades resultat del desplaçament per aquesta zona de pas. Així ho evidenicen les eines lítiques que es reciclen, es reparen i s´esgoten, e els fogars de curta duració
L´abric Romaní (Capellades, Anoia), situat en les formacions de travertí del marge esquerre del riu Anoia, ha proporcionat evidències d´un gran nombre de fogueres, juntament amb restes lítiques i fauna consumida per aquest grups, que van utilitzar l´indret entre els 70.000 i 40.000 anys. És rellevant per al coneixement de les estaratègies d´aprovisionament, l´estructura i l´organització espacial del hàbitats així com la tecnologia tant de la facbricació dels instruments com del foc.
Al massís del Garraf-Ordal hi ha un bon nombre de jaciments que van ser freqüentats tant per neandertals com per carnívors entre els 100.000 i els 40.000 anys. Aquests jaciments se situen indistintament a la costa i a l´interior del massís. de tots ells, la cova del Rinoceront, situada a l´antiga pedrera de can´Aymerich de Castelldefels, és el que presenta una seqüència més àmplia on s´han recuperat nombroses restes de cèrvids acumulats per carnívors.
A l´altre extrem del massis, a la cova del Gegant de Sitges , el jaciment va funcionar principalment com a cau de hienes on la presència humana queda documentada per eines lítiques, marques de tall en els ossos i restes humanes.
Finalment, la cova del Coll Verdaguer de Cervelló funcionaria fonamentalment com a cau de carnívors, especialment hienes i óssos, amb visites molt esporàdiques dels grups humans.
Coneixem també altres jaciments d´aquestes caracteristiques, com ara la cova de Teixoneres( Moià, Bages), o la Cova 120 (Sales de Llierca, la Garrotxa).Es tracta dócupacions humanes puntuals, breus, possiblement per grups reduïts d´humans.
Cuelgo también unos enlaces de unos videos que han colgado en youtube para la ocasión
Com era el rostre del Neandertal
Caracteristiques físiques i adn neandertal
En què ens diferenciem dels Neandertal






domingo, 11 de noviembre de 2012

EL ULTIMO NEANDERTAL




Esta reconstrucción de hembra de neandertal incorpora los resultados de años de investigación.
Los neandertales han soportado durante muchos años la imagen estereotipada de unos seres cavernícolas rudos y sucios. La propia palabra connota a veces cierto significado peyorativo. Pero examinemos la cuestión de cerca.
En primer lugar, en el reportaje de este mes, Stephen Hall apunta que su cráneo de frente tosca albergaba un cerebro cuyo volumen era ligeramente mayor que el nuestro. Pero la prueba más clara de que tal vez nuestros parientes prehistóricos estaban más desarrollados de lo que se creía fue descubierta en una cueva francesa próxima a Arcy-sur-Cure, donde se desenterró un hueso de neandertal en una capa de sedimentos que también contenía objetos ornamentales, como dientes de animal perforados y anillos de marfil. Más tarde, los cientfficos Francesco d'Errico y Marie Soressi analizaron cientos de fragmentos de dióxido de manganeso de Pech de I'Azé, otra cueva francesa donde vivieron los neandertales, y sugirieron que ese material era un pigmento negro que éstos utilizaban para decorarse el cuerpo.
Desde la perspectiva de un profano, hay más de «humano» en simples objetos como un diente perforado de animal o un anillo de marfil, que en cualquier cráneo o fémur fosilizado. El portador del anillo, del diente o del tatuaje corporal no necesitaba de esas manifestaciones decorativas para sobrevivir, sino de las puntas de lanza y las raederas de piedra. Sin embargo, los objetos ornamentales hallados en estos yacimientos demuestran que los neandertales eran seres capaces de crear.Al parecer, buscaban algo más que la mera supervivencia. Querían distinguirse. Querían decorarse. A la postre, la distancia entre el pasado remoto y el momento presente no es tan grande


Por Stephen S. Hall
En marzo de 1994, unos espeleólogos que exploraban un extenso sistema de cuevas en el  Principado de Asturias iluminaron con sus linternas una pequeña galería lateral y descubrieron dos mandíbulas humanas que sobresalían del suelo arenoso. La cueva, llamada El Sidrón, se encuentra a cierta altitud en un apartado bosque de castaños. Los excursionistas supusieron que los huesos datarían de la época de la guerra civil, cuando los republicanos usaron El Sidrón para esconderse de las fuerzas de Franco, y dieron parte a la Guardia Civil. Pero cuando las fuerzas policiales inspeccionaron la galería, descubrieron que los restos correspondían a una tragedia mucho mayor, y, como se vería posteriormente, mucho más antigua.
En unos días, Los agentes habían desenterrado alrededor de 140 huesos, y un juez dispuso que fueran enviados al Instituto Anatómico Forense de Madrid. Cuando los científicos terminaron sus análisis, casi seis años después, España tenía sobre la mesa el caso sin resolver más antiguo de su país. Los huesos de El Sidrón no eran de soldados republicanos, sino fósiles de un grupo de neandertales que vivieron, y quizá murieron violentamente, hace alrededor de 43.000 años.
El lugar del hallazgo los sitúa en una de las encrucijadas geográficas más importantes de la prehistoria, y la fecha los coloca en el epicentro de uno de los enigmas más fascinantes de la
evolución humana.
Los neandertales, nuestros parientes prehistóricos más cercanos, dominaron Eurasia a lo largo de casi 200.000 años. Durante ese tiempo, husmearon con sus anchas y protuberantes narices todos los rincones de Europa, y más allá: al sur, por toda la costa del Mediterráneo, desde el estrecho de Gibraltar hasta Grecia e Iraq; al norte, hasta Rusia; al oeste, hasta Gran Bretaña, y al este, casi hasta Mongolia. Se calcula que incluso en el apogeo de la ocupación neandertal de Europa occidental, probablemente su población total nunca superó los 15.000 individuos. Aún así lograron resistir, incluso cuando el enfriamiento del clima convirtió gran parte de su territorio en algo parecido a lo que hoy es el norte de Escandinavia: una tundra fría y desolada, con un pálido horizonte interrumpido por unos pocos árboles y una cantidad de líquenes apenas suficiente para contentar a los renos.
Sin embargo, en la época de la tragedia de El Sidrón, los neandertales se hallaban acorralados por un clima cada vez más hostil, probablemente aislados en la península Ibérica, reducidas áreas de Europa central y el sur del Mediterráneo, y presionados por la expansión hacia el oeste de los humanos anatómicamente modernos en su migración desde África hacia Oriente Medio e incluso más lejos. Unos 15.000 años después, los neandertales habían desaparecido para siempre, dejando tras de sí algunos huesos y muchas preguntas sin responder. ¿Eran una estirpe de supervivientes ingeniosos y perseverantes, como nosotros, o sus deficiencias cognitivas los llevaron a un callejón sin salida? ¿Qué sucedió durante ese período, hace entre 45.000 y 30.000 años, cuando los neandertales compartieron algunas zonas del paisaje eurasiático con los humanos modernos emigrados desde África?¿ Por qué una especie humana sobrevivió y la otra desapareció?
Una mañana de septiembre de 2007, estaba yo ante la entrada de El Sidrón con Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, director de la investigación paleoantropológica.


Uno de sus colegas me dio una linterna y bajé con cuidado al pozo oscuro. Conforme mi vista se adaptaba a la oscuridad, empecé a distinguir los fantásticos contornos de la cueva cárstica. Un río subterráneo había abierto un profundo surco, formando una cavidad de piedra caliza de cientos de metros de extensión, con galerías laterales que se ramifican hacia una docena de salidas. Tras caminar diez minutos por la cueva, llegué a la galería del Osario. Allí se han descubierto desde el año 2000 unos 1.500 fragmentos de huesos, que constituyen los restos de al menos nueve neandertales: cinco adultos jóvenes, dos adolescentes, un niño de unos ocho años y otro de tres. Todos presentan signos de estrés nutricional en los dientes, algo usual en los jóvenes neandertales hacia el final de la existencia de su especie. Pero una fatalidad mucho más trágica quedó grabada en sus huesos. Rosas me mostró el fragmento de un cráneo y otro de un hueso largo del braw, ambos con los bordes astillados.
<<Estas fracturas fueron hechas por humanos -me dijo Rosas- . Quiere decir que estos tipos buscaban el cerebro y la médula de los huesos largos.>> Además de las fracturas, las incisiones que los utensilios de piedra dejaron en los huesos indican claramente que los individuos fueron canibalizados. Pero fueran quienes fuesen los que comieron su carne, e independientemente de los motivos que tuvieran para hacerlo (¿hambre? ¿ritual?), el destino deparó a aquellos restos otro tipo de inmortalidad. Poco después de que los nueve individuos murieran (posiblemente días), el suelo donde reposaban sus restos cedió de repente, evitando que las hienas y otros depredadores los dispersaran. Una mezcla de huesos, sedimentos y piedras se precipitó 20 metros y rellenó una cámara caliza hueca que había debajo.
Allí, preservadas por arena y arcilla y por la temperatura constante de la cueva, y protegidas en sus cofres de hueso mineralizado, sobrevivieron unas pocas y valiosas moléculas del código genético de los neandertales, aguardando el momento de su hallazgo, reconstrucción y análisis que ofrecerían pistas sobre la vida de aquella gente, y sobre el motivo de su desaparición.

EL PRIMER INDICIO de que la nuestra no fue la primera estirpe humana en habitar Europa salió a la luz hace un siglo y medio en Alemania, a unos 13 kilómetros de Düsseldorf. En 1856, unos operarios que extraían piedra caliza de una cueva situada en el valle de Neander descubrieron la parte superior de un cráneo de entrecejo prominente y varios huesos de piernas y brazos más gruesos de lo habitual. Desde el principio, recayó sobre los neandertales el estereotipo cultural de cavernícolas brutales y de pocas luces. El tamaño y la forma de los fósiles sugiere un físico achaparrado y robusto (los individuos de sexo masculino medían alrededor de 1,60 metros y pesaban unos 84 kilos), con grandes músculos y una amplia caja torácica que presumiblemente daba cabida a unos pulmones de gran capacidad.
El paleoantropólogo Steven E. Churchill, de la Universidad Duke, calcula que para mantener esa masa corporal en un clima frío, un neandertal macho necesitaría hasta 5.000 Calorías al día, más o menos lo que quema a diario un ciclista en el Tour de Francia. Sin embargo, detrás de sus protuberantes arcos superciliares, el cráneo escasamente abovedado de los neandertales albergaba un cerebro cuyo volumen era ligeramente superior al nuestro. Y si bien sus herramientas y armas eran más primitivas que las de los humanos modernos que los suplantaron en Europa, no eran menos elaboradas que los utensilios fabricados hacia la misma época por los humanos modernos que vivían en África y Oriente Medio.
Una de las controversias más prolongadas y candentes en torno a la evolución humana es la que aborda la cuestión de la relación genética entre los neandertales y sus sucesores europeos. Los humanos que empezaron a emigrar de África hace unos 60.000 años, ¿barrieron y reemplazaron por completo a los neandertales, o se cruzaron con ellos? En 1997, esta última hipótesis recibió un duro golpe de manos del genetista Svante Pääbo (entonces en la Universidad de Munich), para lo cual usó un hueso del brazo del hombre de Neandertal original. Pääbo y sus colegas extrajeron del espécimen de 40.000 años un diminuto fragmento de 378 letras de ADN mitocondrial (una especie de breve apéndice genético, añadido al texto principal que hay en cada célula). Cuando leyeron las letras del código, observaron que las diferencias entre aquel ADN y el de los humanos vivos sugerían que la divergencia entre el linaje de los neandertales y el de los humanos modernos había comenzado mucho antes de la migración de estos últimos desde África. Así pues, los dos linajes representan ramas separadas, tanto desde el punto de vista geográfico como en el aspecto evolutivo, de un antepasado común. «Al norte del Mediterráneo, aquel linaje ancestral dio paso a los neandertales - dice Chris Stringer, director de la investigación sobre los orígenes del ser humano en el Museo de Historia Natural de Londres-, y al sur, a nosotros.» Si luego hubo algún cruce genético cuando se encontraron, debió de ser muy esporádico, pues no dejaron huellas de ADN mitocondrial de neandertal en las células de los humanos actuales.
Los estudios de Pääbo han confirmado al parecer que los neandertales fueron una especie separada, pero no han aclarado por qué ellos se extinguieron y nuestra especie sobrevivió.
Una posibilidad evidente es que los humanos modernos fueran simplemente más inteligentes, más avanzados, en pocas palabras, más «humanos». Hasta hace poco los arqueólogos señalaban que se había producido un «gran salto adelante» hace unos 40.000 años en Europa, cuando la relativamente estancada industria lítica de los neandertales (llamada musteriense, por el yacimiento de Le Moustier, en el sudoeste de Francia) dio paso a la variada serie de utensilios de piedra  y hueso, ornamentos corporales y otros signos de expresión simbólica que se asocian con la aparición de los humanos modernos. Algunos científicos, como el antropólogo Richard Klein, de la Universidad Stanford, siguen sosteniendo que debió de producirse algún cambio genético espectacular en el cerebro (posiblemente relacionado con alguna novedad en el lenguaje) que llevó al predominio cultural de los primitivos humanos modernos a expensas de sus predecesores de entrecejo prominente.
Pero las pruebas materiales halladas no son tan concluyentes. En 1979 los arqueólogos descubrieron
en Saint -Césaire, en el sudoeste de Francia, un esqueleto neandertal tardío que no estaba rodeado de los elementos musterienses habituales, sino de un repertorio de utensilios sorprendentemente modernos. En 1996, Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Leipzig,Fred Spoor, del University College de Londres, identificaron un hueso de neandertal en otra cueva francesa, cerca de Arcy-sur-Cure, en un estrato de sedimentos que también contenía objetos ornamentales hasta entonces asociados únicamente con humanos modernos, entre ellos un diente de animal perforado y anillos de marfil. Algunos paleoantropólogos, como el británico Paul Mellars, restan importancia a los «accesorios ornamentales» en un estilo de vida esencialmente arcaico y los califican de «coincidencia improbable»: un último episodio de comportamiento imitativo por parte de los neandertales
antes de ser reemplazados por los inventivos intrusos llegados de África. Pero más recientemente,
Francesco d'Errico, de la Universidad de Burdeos, y Marie Soressi, también del Instituto Max
Planck de Leipzig, analizaron cientos de fragmentos de dióxido de manganeso semejantes a ceras para colorear procedentes de una cueva francesa llamada Pech de lÁzé, donde vivían neandertales mucho antes de que los humanos modernos llegaran a Europa. D'Errico y Soressi sostienen que los neandertales usaban el pigmento negro para decorarse el cuerpo, lo que demostraría que eran totalmente capaces de llegar por sí solos a la «conducta moderna». «En la época de la transición biológica el comportamiento básico  de los dos grupos) es básicamente el mismo, y las diferencias, muy sutiles», dice Erik Trinkaus, de la Universidad Washington, en San Luis. El paleoantropólogo cree muy probable que neandertales y humanos modernos se cruzaran ocasionalmente, e incluso ve  evidencias de ello en algunos fósiles, como el esqueleto de 24.500 años de un niño pequeño descubierto en el yacimiento portugués de Lagar Velho, y el cráneo de 32.000 años de Muierii, en Rumania. «Había pocos habitantes en el territorio, y encontrar pareja era una necesidad», dice Trinkaus.
Otros investigadores opinan que pudo ocurrir,pero no a menudo, ni de una forma que haya dejado pruebas tangibles. Katerina Harvati, otra investigadora del Max Planck, se ha basado en mediciones tridimensionales de fósiles de neandertales y de humanos modernos primitivos para predecir el aspecto que tendrían los híbridos de ambos. Ninguno de los fósiles analizados hasta ahora coincide con sus predicciones. El desacuerdo entre Trinkaus y Harvati no es el primero entre dos prestigiosos paleoantropólogos que analizan los mismos huesos y sacan conclusiones opuestas. El debate sobre el significado de la anatomía de unos fósiles siempre tendrá un papel destacado en el conocimiento de los neandertales. Pero ahora hay otras maneras de «traerlos a la vida».
DOS DÍAS DESPUÉS de mi primer descenso a la cueva de El Sidrón, Araceli Soto Flórez, estudiante
de posgrado de la Universidad de Oviedo, encontró otro hueso de neandertal, probablemente un fragmento de fémur. Bajo la atenta mirada de Antonio Rosas y del biólogo molecular Caries
Lalueza- Fox, extrajo con delicadeza el hueso del suelo, lo introdujo en una bolsa de plástico esterilizada y depositó la bolsa en una nevera portátil. Tras una breve parada en el congelador de un hotel, en la cercana localidad de Villamayo, el trozo de fémur llegó finalmente al laboratorio de Lalueza-Fox, en el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Su interés no era la anatomía de la pierna ni lo que el fémur pudiera revelar acerca de la locomoción de los neandertales. Sólo lo quería para extraer ADN.
El canibalismo prehistórico ha resultado ser muy útil para la moderna biología molecular. Al rascar un hueso para quitarle toda la carne, se eliminan también los microorganismos cuyo ADN contaminaría de otro modo la muestra. Los huesos de El Sidrón no son los que han permitido recuperar más ADN de los fósiles de neandertal (ese honor corresponde a un espécimen de Crocia, también canibalizado), pero hasta ahora son los que han ofrecido más información sobre la apariencia y la conducta de los
neandertales. En octubre de 2007, Lalueza-Fox, Holger Rompler, de la Universidad de Leipzig, y sus colegas anunciaron que habían aislado un gen de la pigmentación en el ADN de un individuo de El Sidrón (y también en otro fósil de neandertal de Italia). La forma particular del gen observado, llamado MC i R, indicaba que al menos algunos neandertales pudieron ser pelirrojos, de piel clara y, posiblemente, pecosos. Sin embargo, no se trata del mismo gen que presentan hoy los pelirrojos, lo que sugiere que neandertales y humanos modernos desarrollaron el rasgo independientemente, quizá bajo presiones similares en latitudes septentrionales, donde la escasez de luz solar puede favorecer una piel
más clara, capaz de absorber más luz para fabricar vitamina D. Apenas unas semanas antes, Svante Pääbo, que en la actualidad dirige el laboratorio de genética del Instituto Max Planck de Leipizig, Lalueza-Fox y sus colegas habían anunciado un hallazgo todavía más asombroso: dos individuos de El Sidrón parcelan compartir con los humanos modernos una versión de un gen llamado FOXP2, relacionado con el habla y la capacidad para el lenguaje, que incide no sólo en el cerebro sino también en los nervios que controlan la musculatura facial. No se sabe si los neandertales tenían capacidades lingüísticas avanzadas o una forma más primitiva de comunicación vocal (cantar, por ejemplo), pero los nuevos hallazgos genéticos sugieren que poseían parte del hardware que los humanos modernos
utilizamos para vocalizar.
Pääbo, un sueco alto y jovial, es el principal impulsor de una iniciativa científica de gran alcance: el intento de leer no ya genes aislados, sino la secuencia completa de 3.000 millones de letras del genoma de los neandertales, un proyecto cuyo fin está previsto para este mes. Los vestigios de ADN en los fósiles son casi indetectables, y como el ADN neandertal es muy semejante al de los humanos vivos, uno de los mayores obstáculos para su secuenciación es la constante amenaza de contaminación por ADN humano moderno, especialmente el de los científicos que manipulan los restos. La mayor parte del ADN para el proyecto del genoma de Pääbo procede de un espécimen croata, un fragmento de hueso de la pierna de 38.000 años de antigüedad hallado hace casi 30 en la cueva de Vindija. Considerado poco importante en un principio, estuvo guardado en un cajón en un museo de Zagreb, prácticamente intacto y por tanto incontaminado.


Hoy es una mina de oro para el ADN humano prehistórico, aunque es muy difícil de extraer. En otoño de 2006, Pääbo y sus colegas anunciaron que habían descifrado alrededor de un millón de letras del ADN neandertal. (Al mismo tiempo, otro grupo dirigido por Edward Robín, del Instituto Conjunto del Genoma del Departamento de Energía, en Walnut Creek, California, utilizó ADN suministrado por Pääbo para leer fragmentos del código genético adoptando un enfoque diferente.) El año pasado, ante
las críticas de quienes sostenían que su trabajo adolecía de graves problemas de contaminación, el grupo de Leipzig declaró que habla mejorado su precisión y que había identificado unos 70 millones de letras de ADN: un 2% del total.
«Sabemos que las secuencias de los humanos y los chimpancés coinciden en un 98,7 %, y los neandertales están mucho más cerca de nosotros -dijo Ed Green, director de biomatemáticas del equipo de Pääbo en Leipzig- , por lo que en gran parte de la secuencia no hay diferencias entre neandertales y humanos modernos).» Pero las diferencias (menos del 0,5% de la secuencia) son suficientes para confirmar que los dos linajes empezaron a separarse hace unos 700.000 años. El grupo de Leipzig también logró extraer ADN mitocondrial de dos fósiles de adscripción incierta hallados en Uzbekistán y el sur de Siberia; ambos tenían una firma genética típicamente neandertal. El espécimen de Uzbekistán, un niño, era considerado neandertal desde hacía mucho tiempo, pero el de $iberia fue una sorpresa, y amplió el área de distribución de esta especie unos 2.000 kilómetros al este de su enclave europeo.
Así pues, las nuevas pruebas genéticas parecen confirmar que los neandertales fueron una especie separada de la nuestra, pero al mismo tiempo sugieren que quiza tuvieron un lenguaje humano y que lograron ocupar con éxito una franja de Eurasia mucho mayor de lo que antes se creía, lo que nos devuelve a la sempiterna pregunta que desde el principio los ha acompañado: ¿Por qué desaparecieron?
PARA OBLIGAR A UN FÓSIL de neandertal a que revele sus secretos, podemos medirlo con
calibradores, someterlo a tomografías o tratar de atrapar el fantasma de su código genético. O si disponemos de un tipo de acelerador de partículas llamado sincrotrón, podemos ponerlo en una habitación revestida de plomo y bombardearlo con un haz de rayos X de 50.000 voltios, sin perturbar ni una sola de sus moléculas.
En octubre de 2007, un equipo de científicos se congregó en la Instalación Europea de Radiación
Sincrotrón ( «European Synchrotron Radiaton Facility>>, ESRF), en la localidad francesa  de Grenoble, para asistir a una «convención de mandíbulas>> sin precedentes. El propósito era indagar un asunto crucial en la vida de los neandertales: ¿alcanzaban la madurez sexual a una edad más temprana que los humanos modernos? De ser así, eso pudo tener consecuencias para su desarrollo cerebral, lo cual podría contribuir a explicar por qué desaparecieron. El lugar donde aguardan las respuestas es la estructura profunda de los dientes de los neandertales.
«De joven, no creía que los dientes fueran tan útiles para estudiar la evolución humana reciente»,
dijo Jean-Jacques Hublin, que había acompañado a Grenoble a Tanya Smith, una de sus colegas
del Max Planck. Junto a Paul Tarfforeau, del ESRF, Hublin y Smith se metieron en una estrecha cabina
llena de ordenadores de la instalación (uno de los tres sincrotrones más grandes del mundo, con un anillo de almacenamiento para electrones energéticos de casi un kilómetro de circunferencia) para mirar en la pantalla del monitor cómo atravesaba el haz de rayos X el canino superior derecho de un neandertal adolescente procedente del yacimiento francés de Le Moustier, produciendo lo que probablemente sea la radiografía dental mas detallada de la historia. Mientras, varios de los fósiles más importantes del mundo aguardaban su turno para pasar al sincrotrón: dos mandíbulas de Neandertales preadultos de Krapina, Croacia, con una antigüedad de entre 130.000 y 120.000 años; el llamado cráneo de La Quina, descubierto en Francia y que data de hace entre 75.000 y 40.000 años, y dos especímenesde humanos modernos de hace 90.000 años, con los dientes intactos, hallados en un
abrigo rocoso de Qafzeh, en Israel.
Cuando se obtienen imágenes de alta resolución de los dientes, éstos revelan una compleja serie
tridimensional de líneas de crecimiento diarias (y de ciclos más largos) semejantes a los anillos de los árboles, que junto a las líneas de estrés registran los momentos decisivos en la historia vital de los individuos. El trauma del nacimiento dibuja en el esmalte una línea bien definida de estrés neonatal; del mismo modo, la época del destete y los episodios de privación nutricional u otras presiones ambientales dejan marcas reconocibles en los dientes en desarrollo. <<Los dientes conservan un registro continuado y permanente del crecimiento, desde antes del parto hasta que dejan de crecer al final de la adolescencia >>, me explicó Smith. Los humanos tardamos más en alcanzar la pubertad que los chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, lo que significa que pasamos más tiempo aprendiendo y desarrollándonos en el contexto del grupo social. Las primeras especies de homininos que vivieron en la sabana africana hace millones de años alcanzaban la madurez rápidamente, más o menos como los chimpancés. ¿Cuándo comenzó, entonces, en la historia evolutiva, la pauta moderna
de desarrollo más prolongado?
Para dar respuesta a este interrogante, Smith, Tafforeau y sus colegas habían utilizado previamente
el sincrotrón con el propósito de .demostrar que un niño humano de una época anterior, hallado en el yacimiento marroquí de Yébellrhoud (con unos 160.000 años de antigüedad), presentaba el patrón de desarrollo de los humanos modernos. En contraste, los «anillos de crecimiento>> observados en el diente de 100.000 años de un neandertal joven descubierto en la cueva de Scladina, en Bélgica, indicaban que el niño tenía ocho años cuando murió y que estaba a punto de alcanzar la pubertad, varios años antes que el humano moderno medio. Si bien el análisis exhaustivo de todos los datos de la «convención de mandibulas» llevarán su tiempo, los resultados preliminares, «coinciden con lo que
vimos en Scladina>>, dijo Smith.
«Sin duda una pubertad más temprana tuvo que afectar a la organización social de los neandertales,
su estrategia de apareamiento y su comportamiento parental - apunta Hublin-. Imagine una sociedad donde los individuos empezaran a reproducirse cuatro años antes que los humanos modernos. Sería una sociedad muy diferente.»
La sociedad neandertal pudo haber diferido en otro aspecto crucial para la supervivencia del grupo: en lo que los expertos llaman buffering cultural, o «plus» cultural. Un buffer cultural es un elemento en el comportamiento de un grupo (una técnica, una forma de organización social, una tradición cultural) que protege las apuestas del grupo en el arriesgado juego de la selección natural. Es como tener una  pequeña reserva de fichas extra en una partida de póquer para no tener que retirarse tan pronto del juego. Por ejemplo, Mary Stiner y Steven Kuhn, de la Universidad de Arizona, sostienen que los primeros humanos modernos salieron de África con el buffer de un planteamiento de la caza y la recolección económicamente eficiente que les aseguraba una dieta más diversificada. Mientras los
hombres cazaban animales grandes, las mujeres y los niños atrapaban animales pequeños y recolectaban vegetales. Stiner y Kuhn piensan que los neandertales no disfrutaron de los beneficios
de una división del trabajo tan clara. Desde el sur de Israel hasta el norte de Alemania, el registro
arqueológico muestra que los neandertales vivían casi exclusivamente de la caza de mamíferos
de tamaño mediano y grande, como caballos, venados, bisontes y uros. Seguramente también consumían vegetales e incluso moluscos y crustáceos cerca del Mediterráneo, pero la falta de piedras de moler y de otros indicios del procesamiento de vegetales es para Stiner y Kuhn la prueba de que este tipo de alimentos eran sólo accesorios en la dieta de los neandertales.
La implacable demanda de calorías, sobre todo en latitudes altas y durante los interludios de clima más frío, probablemente obligó a las mujeres y a los niños neandertales a participar en la caza, un «trabajo duro y peligroso», afirman Stiner y Kuhn, a juzgar por las numerosas fracturas cicatrizadas
que pueden verse en las extremidades superiores y en los cráneos de los neandertales. Los grupos de humanos modernos que llegaron al mismo territorio hacia el final de la era de los neandertales tuvieron otras opciones.
<<Si diversificas la dieta y dispones de personal [para desempeñar tareas diferentes], tienes una fórmula para distribuir el riesgo, y eso, en último término, es beneficioso para las mujeres  embarazadas y los niños -me dijo Stiner-. Si falla una cosa, tienes otra.» Una mujer neandertal debía
de ser fuerte y resistente; pero sin ese buffering cultural, ella y sus hijos debían de encontrarse en situación de desventaja.
De todos los buffers culturales, quizás el más importante baya sido la propia sociedad. Según Erik Trinkaus, la unidad social neandertal debía de ser más o menos del tamaño de una familia extensa. Sin embargo, en los yacimientos más antiguos de humanos modernos en Europa, <<ya vemos signos de grupos más grandes», dijo Trinkaus. El hecho de vivir en un grupo más numeroso tiene repercusiones biológicas y sociales. Los grupos grandes inevitablemente requieren más interacciones sociales, lo que estimula la actividad cerebral durante la infancia y la adolescencia, conlleva una complejidad creciente del lenguaje e, indirectamente, incrementa la esperanza de vida de los miembros del grupo.
La longevidad, a su vez, aumenta la transmisión de conocimientos entre generaciones y crea lo que Chris Stringer denomina una <<cultura de la innovación»: la transmisión de habilidades prácticas de supervivencia y de técnicas para la fabricación de útiles de una generación a la siguiente, y posteriormente entre un grupo y otro.
Fueran cuales fuesen los buffers culturales, es posible que proporcionaran cierta protección contra Las inclementes condiciones climáticas, que según Stringer alcanzaron su peor momento hacia la época de la extinción de los neandertales. Los testigos de hielo indican que desde hace unos 30.000 años hasta el último máximo glacial, hace alrededor de 18.000 años, el clima de la Tierra sufrió fluctuaciones muy pronunciadas, a veces en el espacio de unos pocos decenios.
Unas unidades sociales algo más numerosas, con unos pocos conocimientos más, pudieron dar a los humanos modernos una ventaja decisiva cuando las condiciones se tornaron difíciles. <<La ventaja no debió de ser muy grande - afirmó Stinger-. Obviamente, los neandertales estaban bien adaptados a un clima más frío. Pero creo que la superposición de los cambios climáticos extremos con la competencia de los humanos modernos marcó la diferencia.»
Esto nos lleva a la última, espinosa y «políticamente incorrecta», como le gusta decir a Jean Jacques
Hublin, pregunta que ha atormentado a los estudiosos de los neandertales desde que la teoría del origen africano de la humanidad alcanzó la aceptación general. ¿Fue gradual y pacífica la sustitución por parte de los humanos modernos, o relativamente rápida y hostil?.
<< lo más probable es que la mayoría de los neandertales y humanos modernos vivieran gran parte de sus vidas sin verse unos a otros -dijo Stringer- . Supongo que, ocasionalmente, en las zonas limítrofes, se verían de vez en cuando, de lejos ... Pero lo más probable es que se excluyeran mutuamente del entorno. No digo que evitaran encontrarse, sino que se repelieran.
Sabemos, por investigaciones recientes, que las sociedades de cazadores-recolectores son mucho
menos pacíficas de lo que generalmente se creía.»
EL BIÓLOGO EVOLUTIVO Clive Finlayson, del Museo de Gibraltar, estaba de pie en la entrada
de la cueva de Gorham, un magnífico santuario de piedra caliza abierto al mar en el mismo Peñón. En su interior, fantásticas excrecencias de piedra colgaban del techo de la gigantesca nave. Los distintos estratos de la cueva están sembrados de evidencias de ocupación neandertal desde hace .125.000 años: puntas de lanza y raederas de piedra, piñones chamuscados y restos de antiguas hogueras. Hace dos años, Finlayson y sus colegas determinaron mediante datación por radiocarbono que las brasas de
algunas de aquellas hogueras se apagaron hace apenas 28.000 años, lo que significa que son la última huella conocida dejada por los neandertales en la Tierra.
A partir del polen y los restos de animales, Finlayson ha reconstruido el ambiente tal como era hace entre 50.000 y 30.000 años. En aquella época, una estrecha plataforma costera rodeaba Gibraltar, y el Mediterráneo se encontraba a dos o tres kilómetros de distancia. El paisaje era de sabana con matorrales y estaba perfumado de romero y tomillo, con onduladas dunas arenosas interrumpidas ocasionalmente por un pino o un roble, y matas de espárragos silvestres en las llanuras costeras. Buitres prehistóricos, algunos de tres metros de envergadura alar, anidaban en lo alto del acantilado y escrutaban las dunas en busca de alimento. Finlayson imagina a los neandertales viendo a los buitres volar en circulos y descender, y echando a correr para arrebatarles la comida. Su dieta era sin duda más variada que la del neandertal dependiente de la caza de animales terrestres. En la cueva han aparecido huesos de conejo, caparazones de tortuga y mejillones, así como huesos de delfín y un esqueleto de foca con marcas de cortes. «¡Excepto por el arroz, casi tenemos una paella musteriense», bromeó.
Pero entonces las cosas cambiaron. Cuando los dedos más gélidos de la última glaciación alcanzaron
finalmente el sur de la peninsula Ibérica en una serie de abruptas fluctuaciones hace entre 30.000 y 23.000 años, el paisaje se transformó en una estepa semiárida. En ese nuevo entorno más abierto, es posible que los humanos modernos, más altos y gráciles, instalados en la región con lanzas arrojadizas, tuvieran ventaja sobre los rechonchos y musculosos neandertales. Pero Finlayson sostiene que no fue tanto la llegada de los humanos modernos y los pronunciados cambios climáticos lo que empujó al borde del abismo a los neandertales ibéricos. «Cuando toda la población se reduce a diez individuos,
una racha de tres años de frío intenso, o un corrimiento de tierra, puede ser suficiente», dijo.
La desaparición de los neandertales no fue una larga novela paleoantropológica, sino una colección de breves relatos de extinción, interrelacionados pero independientes. «¿Por qué desaparecieron los neandertales de Mongolia? - preguntó Stringer-. ¿Por qué desaparecieron de Israel, de Italia, de Gibraltar, de Gran Bretaña? La respuesta puede ser diferente en cada lugar, porque los hechos probablemente se produjeron en momentos distintos. Gibraltar fue sin duda uno de los últimos bastiones. Quizás el último, pero no lo sabemos con certeza.»
El desenlace de todas esas historias tuvo un testigo que también dejó su huella en la cueva de Gorham. En un nicho profundo de la caverna, a escasa distancia de la última hoguera neandertal, el equipo de Finlayson halló recientemente varias huellas rojas de manos en la pared, signo inequívoco de que los humanos modernos habían llegado a Gibraltar. El análisis preliminar de los pigmentos indica que las huellas tienen entre 20.300 y 19.500 años de antigüedad. «Es como si estuvieran diciendo: "¡Eh, ahora éste es un mundo nuevo!"», dijo Finlayson.